+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-30

Jesús dijo:

Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Esta corta plegaria (25) se lee también en Lc 10,21, como reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: los pobres e ignorantes han recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios. En el mismo contexto la transcribe Mateo. Es la oración mesiánica de Jesús ante la revelación sorprendente de Dios a los desheredados de este mundo. En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza. Ya en la época de Jesús, algunos grupos consideraban “malditos” a los que no conocían la Ley en profundidad. Jesús denuncia esta falsa religiosidad. La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino de la capacidad para captar el paso de Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar el llamado de Dios.

Junto con la transfiguración este es uno de los momentos culminantes del evangelio. Un gozo exultante, fruto de su experiencia de Dios como Padre, infundido por el Espíritu, se expresa en esta confesión. Jesús se transfigura e irradia luz de revelación, abriendo lo más íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre, su sentimiento filial y la misión que de él ha recibido. Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Mt 11, 25-30: La primera ocupación de la vida: elegir lo que se ha de amar

Duro y pesado parece el precepto del Señor de que quien quiera seguirle ha de negarse a sí mismo. Pero no es duro ni pesado lo que manda el que ayuda a hacer lo que manda. Pues también es cierto lo que se le dice en el salmo: Por las palabras de tus labios he seguido ásperos caminos. Y es verdadero también lo que dijo él mismo: Mi yugo es suave y mi carga ligera. La caridad convierte en suave lo que los preceptos tienen de duro. (…) ¿De qué te extrañas de que el que ama a Cristo y quiere seguirlo, por fuerza del mismo amor se niegue a sí mismo? Pues sí, amándose a sí mismo, el hombre se pierde, negándose a sí mismo, se reencuentra al instante. Sermón 96, 1

CLEUSA NOS HABLA

Lábrea, 16.VII.1979. – Carta a la Hna. María Josefina Casagrande, MAR. Comenta su experiencia de convivir por una semana con los indios a orillas del río Mucuim; (…) (APSRMAR)

“No sé si Madalena le escribió. El día 4 pasado, ella y yo, partimos para una experiencia pastoral en la [carretera] BR 230 ([Lábrea]-Humaitá). Fray Francisco y Teresa nos llevaron, ella se quedó en el Km. 8 y yo en el [Km.] 78, en [el] lugar [llamado] «Cristo», al margen izquierdo del río Mucuim (Canutama). Pasé allí una semana, viviendo en una de las ocho chabolas de paja del lugar, conviviendo con todos. Contacto diario y continuo con los niños, jóvenes y adultos, así se puede entender la vida del pueblo, sentir sus valores y dificultades. Mucha pobreza, pero se comparte de lo poco que hay. Los hombres trabajan duramente en el campo, en la derribada de árboles. Muchos días, no tienen tiempo de pensar en la comida (caza o pesca) y se conforman con la harina, lo único que hay en casa. Pero nadie protesta de hambre, a no ser los niños muy pequeños, aún no acostumbrados. La Providencia cuida de todos y les coloca [tapires o pecarís] en las proximidades. (…)”

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

– «Al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»: ¿Cuál es el rostro de Dios que se te revela en el pasaje de hoy?

– «Venid a mí… Aprended de mí»: ¿Cómo te interpela este evangelio en lo que respecta a tu relación personal con Jesús?

– «Se las has dado a conocer a los sencillos»: ¿En qué medida tiene en cuenta toda la Iglesia el sentir de los sencillos en materia de fe? ¿Qué podemos hacer al respecto?

– «Mi yugo es suave y mi carga ligera»: ¿Hasta qué punto crees que te han educado en una religiosidad basada en el cumplimiento de normas? ¿Qué te aporta en este sentido la lectura bíblica que se hace en el grupo de lectura creyente?

– «Hallaréis descanso para vuestras vidas»: ¿Cómo pueden ayudarte las palabras del evangelio de hoy a encontrar reposo para tu vida?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Cuánta fe me falta Señor, y así, de igual manera, cuánto despojo y desprendimiento de mí misma para poder conocerte, dejarme amar por ti, y confiar plenamente en Ti.

Voy a ti Señor, con mi yugo cargado de incertidumbres y miedos, de pesares y dolores, que solo tú puedes entender y aligerar. Con mi carga, llevo también la de tantos que sufren y no te conocen, y se olvidan de tu amor inmenso y entrañablemente tierno; alíviales sus sufrimientos y desconsuelos!

Hazme Señor ligera de equipaje para recurrir a ti en todo momento, afianzarme en tu amor y tu palabra, para que, sin entender crea, y creyendo, confíe, para que tu amor obre en mi tu querer.

¡La alegría de tu sencillez me colme de gozo y me haga contagiarla a los hermanos porque tú eres los esencial de mi vida y tu gracia me basta!

Oración colecta

Dios nuestro, que por la humillación de tu Hijo
levantaste a la humanidad caída;
concédenos una santa alegría,
para que, liberados de la servidumbre del pecado,
alcancemos la felicidad que no tiene fin.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.