Una de las principales tareas -después del confinamiento obligatorio por la Pandemia- en la Misión del Convento y del Palmar es sensibilizar a todas las familias de la presencia fiel y amorosa de Dios Padre en este momento de la historia de la humanidad y en la realidad de cada ser humano. Sin duda alguna, toda situación trae lados positivos, el COVID-19 ha llevado a las familias a estar en casa.

“Ese abandono de las actividades de rutina y las agendas programadas nos puede sublevar o humanizar y aunque aún es incierto cuánto más se prolongue la situación de “confinamiento”, la invitación es a no desfallecer y acrecentar la confianza en Dios. Esta fe supone además una novedad en como la estamos viviendo: el redescubrimiento de la comunión en familia, en casa, en medio de la incertidumbre que inquieta nuestros corazones con los asuntos de “fuera”.

Por tanto, es necesario reconocer que en medio de toda esta situación no estamos solos, Dios está con nosotros, se sigue revelando tanto en rostros familiares, como en nuestras acciones, por más pequeñas y “domésticas” que estas sean; y que movido por amor nos habla en términos de amistad. De ello da claridad la constitución dogmática Dei Verbum: “En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor, y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”[1].

Es decir, que Dios, por más que el ser humano esté atravesando situaciones tan adversas, jamás lo abandona para dejarlo que decaiga si responde desde su fe a esa invitación; por el contrario, lo fortalece y le devuelve la esperanza. Tan solo el hombre ha de reconocer que Dios es el que tiene la última palabra y que en él puede confiar plenamente.

Comunidad MAR Yopal.

[1] Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática Dei Verbum, sobre la divina revelación” 2.