Para quienes hicieron sus votos perpetuos entre 1994 y 2004

El 27 de julio en la tarde la casa madre de la congregación en Monteagudo se llenaba de risas, abrazos fraternos y agradecimiento a Dios por la llegada de 17 hermanas que dejaron sus actividades habituales para ponerse en marcha y llegar hasta este santuario donde reposan los restos de los fundadores y donde habitan varias hermanas de las primeras generaciones.

El reencuentro con hermanas ya conocidas y vivir la experiencia de conocer a otras de quienes sabían tan sólo sus nombres y que ahora tenían rostro de hermana, fue el punto de partida para este caminar.

Recorrer la casa, descubrir la historia que encierra cada rincón y la significatividad de algunos de ellos, removió sentimientos y renovó el reconocimiento de la valentía, capacidad de riesgo y profunda fe de quienes iniciaron la congregación y dedicaron todas sus energías a la construcción de esta casa y a dar cuerpo al llamado de Dios a una nueva congregación en la Iglesia.

Al dar una mirada afectiva a la historia de la Congregación de la mano de la Hna. Marina García aprovechando el Museo que aquí se guarda y redescubrir con ella dos grandes pilares carismáticos la disponibilidad y la gloria de Dios, se colocaron señales para avanzar en este peregrinar.

Fr. José María Sánchez, oar, condujo por las sendas de la historia de Orden, al destacar hitos y actitudes que acompañaron varios momentos se fue dando forma, rectificando e impulsando la respuesta a Dios en medio de las diversas situaciones.

Fr. Enrique Eguiarte, oar, ofreció una senda agustiniana para el ejercicio del discernimiento, clarificando términos, insistiendo en la necesidad de un corazón inquieto dispuesto a convertirse, precisando los peligros, las medicinas, las puertas, los complejos que puede evidenciarse y las confesiones que se derivan de un adecuado discernimiento. Presentó la Palabra de Dios como luz para el camino del discernimiento del que se desprende necesariamente una actitud que ha emanado de este caminar.

No ha faltado el descanso compartido, el conocimiento de lugares significativos para un misionero como el Castillo de Javier, la Basílica contigua donde nació el santo y la pila donde recibió el bautismo. Igualmente el Monasterio de Leyre, escenario vivo de una comunidad que a pesar de los siglos sigue conservando no solo la edificación sino el sentido de la oración. También el convento de Valentuñana, en donde los hermanos agustinos recoletos acompañaron e indicaron detalles para apreciar la Basílica, el museo de lugares de misión y un recorrido mariano para ver las diferentes advocaciones en España. Visitar el cementerio y rezar ante la tumba de tantos personajes cercanos a la congregación a lo largo de la historia cerró esta visita.

El convento de los frailes agustinos recoletos, en Monteagudo, donde reposa el cuerpo de San Ezequiel y en donde se puede leer desde los objetos que guarda el museo y desde la simplicidad de su celda, la entrega a Dios y por El a los hermanos, en lugares tan apartados como en Filipinas y en los llanos de Casanare en Colombia, se visitó gracias a la disponibilidad de nuestros hermanos. Igualmente la visita que a los Monasterios de Suso y Yuso se realizó, llegando a lugares a los que los turistas no siempre tienen acceso y que gracias a la “llave mágica” que uno de los frailes usaba se franquearon varias puertas.

Rezar en cada capilla, iglesia o Basílica visitada, así como compartir con las hermanas de la comunidad de Monteagudo la oración de cada día y participar de la profesión de 5 novicios oar va completando esta senda.

Se inician los ejercicios espirituales bajo la orientación de Fr. Carlos María Dominguez, oar,  provincial de la provincia de Sto, Tomás, quien generosamente asumió este compromiso al enfermarse Fr. Alfredo Arce, quien había aceptado la invitación. Muy seguramente el Espíritu tiene reservado un camino de gracia y misericordia para cada una de las participantes a lo largo de estos días.

Por cada detalle, por cada manifestación de Dios a través de las hermanas y hermanos, el corazón canta: GRACIAS.

 

 

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