+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.» Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

En el capítulo 14 de Juan, todo él envuelto en una atmósfera de despedida, Jesús anuncia, promete y revela, sin embargo, una nueva presencia. La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro, tal como la describe Jesús en este pasaje, cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con él. La relación con Dios se establecía a través de mediaciones, entre las que sobresalían el Templo y la Ley, de cuya observancia dependía su favor. Dios reclamaba al hombre para sí; éste aparecía ante él como siervo. El mundo quedaba en la esfera de lo profano; había que salir de ella para entrar en lo de lo sagrado, donde Dios se encontraba. Se establecía así una división entre dos mundos: el sagrado y el profano. El hombre tenía que renunciar a sí mismo, en cierta manera, para afirmar a Dios y vivir en su presencia. Ahora, en este pasaje, Jesús expresa de tres modos la nueva presencia divina en nosotros: su vuelta y nuevo vivir en nosotros (vv.10-20), la donación del Espíritu (vv.16-17 y 25-26), y la venida del Padre y del Hijo a cada uno (vv22-24). Con ello nos muestra el cambio de relación entre Dios y nosotros.

La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad; la misma realidad humana se hace santuario (morada) de Dios. De esta manera Dios “sacraliza” al hombre y, a través de él, a toda la creación.

El Padre, por tanto, no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y vive con él, formando comunidad con el ser humano, objeto de su amor. Buscar a Dios no exige ir a encontrarlo fuera de uno mismo (en el Templo, en la montaña, etc), sino dejarse encontrar el Él, descubrir y aceptar su presencia en una relación que ya no es de siervo-señor, sino de Padre-hijo (Ulibarri, F.).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Jn 14,23-29: Es la vida la que llama a las puertas del Señor

(…) Se pide, se busca, se llama con el corazón; al corazón se le abre. Mas el corazón que pide en la forma debida y en la forma debida llama y busca debe ser piadoso. Ante todo, tiene que amar a Dios gratuitamente, pues la piedad consiste en no buscar otra recompensa fuera de él, esperándola de él. Nada hay mejor que él. Pero ¿qué cosa de valor puede pedir a Dios aquel para quien Dios es cosa vil? Te otorga un trozo de tierra y te gozas, en cuanto amante de la tierra, convertido en tierra. Si te gozas cuando te da tierra, ¡cuánto más debes alegrarte cuando se te da el mismo que hizo el cielo y la tierra! Dios, por tanto, ha de ser amado gratuitamente…

Para comprender este misterio de Dios, es decir, cómo Cristo es, a la vez, Dios y hombre, hay que purificar el corazón. Ahora bien, el corazón se purifica con las costumbres, con la vida, con la castidad, con la santidad, con el amor y con la fe que obra mediante la caridad (Gál 5,6). Lo que estoy diciendo, es equiparable a un árbol que tuviera sus raíces en el corazón, pues de ningún otro lugar proceden las acciones sino de la raíz del corazón. Si has plantado en él un amor pasional, brotan espinas; si, en cambio, has plantado la caridad, brotan frutos.

Sermón 91,3.5

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

En el momento en el que está por regresar al Padre, Jesús anuncia la venida del Espíritu que enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio. … Estará con ellos el Espíritu Santo, el Paráclito para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre, pero continúa acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo. (Papa Francisco).

El Espíritu hará recordar las enseñanzas de Jesús en las diversas circunstancias concretas de la vida, para poder ponerlas en práctica. Es lo que sucede aún hoy en día en la Iglesia, guiada por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para que pueda llevar a todos el don de la salvación, el amor y la misericordia de Dios. Por ejemplo, cuando vosotros leéis un pasaje del Evangelio, pedid al Espíritu Santo: «Que yo entienda y recuerde estas palabras de Jesús». (Papa Francisco).

Nosotros no estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado. (Papa Francisco).

El Espíritu, refundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida. Él nos guía en el modo de pensar, de actuar, de distinguir qué está bien y qué está mal; nos ayuda a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados. (Papa Francisco).
No estamos solos. Y el signo de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos: «Mi paz os doy». La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado con la certeza de su victoria y a la espera de su venida definitiva (Papa Francisco).

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Sin Espíritu Santo: Dios queda lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia, una mera organización, la autoridad, un dominio, la misión, una propaganda, el culto, una evocación y el obrar cristiano, una moral de esclavos.

Pero con el Espíritu: el cosmos es exaltado y gime hasta que dé a luz el Reino, Cristo Resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia, comunión trinitaria, la autoridad, servicio liberador, la misión, un nuevo Pentecostés, el culto, memorial y anticipación, y el obrar humano queda deificado. (Mons. Hazim, Ignacio, Metropolita ortodoxo).

Oración

Dios todopoderoso,
concédenos continuar celebrando con intenso fervor
estos días de alegría en honor de Cristo resucitado,
de manera que prolonguemos en nuestra vida
el misterio de fe que recordamos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.