+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida,
la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen».

En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»

Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Las palabras dichas por Jesús en la perícopa anterior provocan una fuerte resistencia entre los discípulos, que las consideran excesivas. Han interpretado mal el anuncio de su muerte. (“El pan que voy a dar es mi carne, para que el mundo viva”), considerándolo una debilidad y un fracaso y, en consecuencia, se niegan a seguirle. Conservan la concepción del Mesías rey que manifestaron con ocasión del reparto de panes (6,15). Jesús les explica que su muerte es condición para la vida y que su realidad humana contiene la fuerza del Espíritu. A pesar de su explicación, la mayor parte le abandona.

Los discípulos que ahora le abandonan (v.66), los judíos que murmuran (v.41) y la gente que pretende hacerle rey y que le busca porque comió pan hasta saciarse (vv. 15 y 26) son las mismas personas con distintos nombres. Designan a aquellos que se entusiasmaron con Jesús en un primer momento, considerándole como un profeta, pero no se decidieron a dar el paso decisivo de la fe cristiana: la aceptación de su mesianismo.

El cuarto evangelio no se interesa en absoluto por los Doce (los menciona únicamente aquí y en 20,24). ¡Por qué les da en este texto tanta importancia? La comunidad joánica estaba discriminada, era perseguida, se habían producido en ella rupturas y abandonos. En esta situación surge el interrogante inevitable: ¿no seremos nosotros los equivocados? La respuesta a este interrogante únicamente podía darla la Iglesia Oficial, representada por los Doce, a cuya cabeza está Pedro.

La manifestación de Pedro, en cuanto representante de los Doce, es la versión joánica de lo que conocemos como “la confesión de Cesarea de Filipo” (Mc 8,27-30 y par). Pedro no confiesa aquí a Jesús como Mesías, ni como el Hijo del Hombre o el Hijo de Dios, sino como el “Santo de Dios”. Es una designación singular y antiquísima que expresa la suprema dignidad de la persona a la que es atribuida. Literalmente se remonta al AT: Historias de Sansón (Jue 13). Con ella se pretende poner de relieve que Jesús es la encarnación y personificación de la santidad divina, el Mesías tal como Dios lo quiere.

El punto centrar de la perícopa se encuentra en la oposición entre “carne” y “espíritu”, es decir, entre dos concepciones de la persona y, en consecuencia, de Jesús y de su misión. La condición indispensable para ser verdadero discípulo y poder identificarse con él es la visión de la persona como “espíritu”, es decir, como realizada por la acción creadora del Padre, no meramente como “carne” o movida por intereses egoístas.

A estas dos concepciones de la persona corresponden dos visiones de Jesús. El Mesías “según la carne” es el rey que ellos han querido hacer; el dominador que impone su gobierno, un Mesías político y triunfante. El Mesías “según el espíritu” es el que se hace servidor de las personas hasta dar su vida por ellas, para comunicarles vida plena, es decir, libertad y capacidad de amar como él. La aceptación de tal Mesías implica la asunción de su persona y mensaje.  Ulibarri, F.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Jn 6, 60-69: Coman la Vida, beban la Vida

(…) ¿Qué les respondió, pues? ¿Os escandaliza esto? Entonces, ¿si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? ¿Qué significa Os escandaliza esto? ¿Pensáis que voy a fraccionar este cuerpo mío que estáis viendo, a amputar mis miembros y a dároslos a vosotros? ¿Qué significa: Entonces, ¿si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? Ciertamente el que pudo ascender en su integridad, no pudo ser consumido. Así, pues, nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y brevemente resolvió la gran cuestión acerca de su integridad. Coman, pues, quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman la vida, beban la vida. Comerlo es restablecerse; pero te restableces de tal forma que no merma lo que te restablece. Y beberlo, ¿qué es sino vivir? Come la vida, bebe la vida: tendrás vida y la vida plena. Mas esto habrá entonces, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, si lo que se toma visiblemente en este sacramento, lo come espiritualmente, lo bebe espiritualmente en su realidad misma. Porque se lo hemos oído al Señor decir: El espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida. Pero hay algunos —dice— que no creen. Eran los que decían: ¡Duro es este lenguaje, ¿quién puede escucharlo? Duro, sí, más para los duros; es decir, es increíble, más para los incrédulos.

Sermón 131,1

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

No quedarse al margen. Meterse en escena como un discípulo más. Escuchar a Jesús, acoger sus palabras, rumiarlas, dejarse interpelar, descubrir por qué nos habla así…Ver cuáles son nuestros sentimientos y actitudes. Orar es abrir nuestra puertas y ventanas al Dios de la vida que nos interpela, cada día, para nuestro bien.

Poner delante de él nuestras opciones de vida. La historia de cada uno es casi siempre la resultante de las opciones que, para bien o para mal, ha hecho o de las decisiones que, con acierto o desacierto, ha tomado a lo largo de su vida. Hago memoria de las opciones importantes que han marcado o están marcando mi vida. Las miro con los ojos fijos en Jesús. Dejo que Jesús pose sus ojos en ellas.

Gustar lo que se me ofrece. Gustar la vida, la buena noticia, su palabra, el pan, su presencia, su cercanía, su acogida…Gustar su compañía, su aliento de vida, todo lo que encuentro en la mesa de la fraternidad, en su comunidad…

Optar por Jesús. Optar por él, expresarlo y manifestarlo. Proclamar nuestra decisión, nuestro credo. Ponerse al lado de él, atravesar la línea divisoria…Seguirle, caminar, vivir con los ojos fijos en él…Orar a la vez que andamos y vamos hacia una meta o lugar que tiene sentido para nosotros.

Decirle qué es hoy para mí inaceptable. Si es la comunidad, la Iglesia, los políticos, los p obres, el lenguaje teológico, la injustica, la emigración, la droga, el Tercer Mundo…u otras realidades. Pongo delante de él lo que me resulta escandaloso, lo que no quiero tragar…, lo discierno a través de sus ojos.

Recordar a personas que han dicho sí a Jesús. Puede ser emotivo y algo muy vivo recordar a personas de toda clase, edad y condición que han dicho sí a Jesús a lo largo de estos siglos. Yo creo porque alguien, antes que yo, le dijo sí y creyó.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Oramos con este testimonio: (…) “Explico   para entender quién era la hermana Cleusa…porque se puede figurar que era una mujer que    miraba solamente al cielo y miraba de verdad… Dios era todo para ella; quien la conoció sabe que no exagero nada y que miraba también al hombre al ser humano concreto cercano a ella, y uno de los masacrados por aquellas sociedades: La palabra no está exagerada, masacrados –  Quien los miraba era la hermana Cleusa …tuvo muy claro que hay forma de hacer caridad con los otros…    un modo que no compromete mucho, que a la larga no libera a nadie … pequeñas caridades, pequeñas, que también   hizo la hermana Cleusa, pero hay otra forma que es peligrosa, que hace ganar enemigos, es cuando se toca el bolsillo de los opresores…Los mártires no salen de la primera forma de hacer la caridad, sino de la segunda; la hermana, repito, lo mismo daba las pequeñas cosas o ayudas también se implicó en la liberación de los indios a través de su presencia activa en el sindicato.   Estos fueron las principales causas por las que la hermana Cleusa llegó a ser una mártir (Testimonio del Padre Piérola).

 

Oración

Señor Dios, que unes a tus fieles en una sola voluntad;
concédenos amar lo que mandas
y esperar lo que prometes,
para que, en la inestabilidad del mundo presente,
nuestros corazones estén firmes
donde se encuentra la alegría verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.