(Mañana): Somos invitados a dar testimonio del poder de transformación que Dios realiza en nuestra vida, con la consciencia de que vivimos en un mundo que muchas veces es hostil a Dios y rechaza el mensaje de la cruz o, al menos, se muestra indiferente ante él, endurecido por el egoísmo y la búsqueda de los intereses particulares.

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(Tarde): San Agustín nos invitaría a vivir con prudencia y santidad, no difiriendo la conversión para el día de mañana, sino realizando cada día la conversión que Dios quiere, puesto que —en palabras de san Agustín— Dios nos regala el don de la conversión, pero no el día de mañana sino hoy.

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