+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos  16, 15-20

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo:

«Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.»

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE ELTEXTO?

Estos versículos, con los que termina actualmente el evangelio de Marcos, pertenecen al apéndice (16,9-20) que se le añadió en el siglo II. Aunque éste no forma parte de la obra primitiva de Marcos, la Iglesia lo considera inspirado y canónico.

La incredulidad de los discípulos, que se niegan a creer a los sucesivos testigos del resucitado (vv. 11,13,14), y la misión o envío que reciben de anunciar el evangelio por todo el mundo, son los temas dominantes.

El pasaje que comentamos (vv.14-20) contiene dos breves relatos: 1. La aparición y mandato misionero a los once; 2. La ascensión.

La ascensión no es alejamiento o simple despedida, sino el comienzo de un nuevo modo de presencia del Señor. En el evangelio está vinculada al comienzo de la actividad evangelizadora universal de los discípulos. Ascensión y misión aparecen estrechamente unidas. El señor exaltado coopera activamente en la evangelización.

La verdad es que los discípulos no estaban todavía muy preparados. Hasta el último momento mantuvieron su incredulidad y su terquedad. No parecen, humanamente, ser los mejores agentes para pregonar la buena noticia. Sin embargo, ahí los tenemos. Ellos son los elegidos.

“Echarán demonios, hablarán lenguas nuevas… (vv 17-18). En aquella época y cultura eran signos palpables de la presencia y fuerza divina. El anuncio de la buena noticia conlleva su realización práctica; sentirlos y experimentarlos en nuestra vida, en nuestra sociedad, en nuestro mundo.

Ascensión es el final de una etapa y el comienzo de otra definitiva. Resurrección, exaltación, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, expresan la misma realidad: que Dios Padre ha elevado a Jesús, el profeta de Galilea ajusticiado por el poder civil y religioso, a la dignidad del Señor de la historia.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Si te fijas en el espacio, está lejos; pero si te fijas en el amor está con nosotros

Hoy celebramos la Ascensión del Señor al cielo. No escuchemos en vano las palabras: «Levantemos el corazón», y subamos con él con corazón íntegro, según lo que enseña y dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está sentado Cristo a la derecha del Padre; gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. La necesidad de obrar siga en la tierra, pero esté en el cielo el deseo de la ascensión. Aquí la esperanza, allí la realidad. Cuando tengamos la realidad allí, no habrá esperanza ni aquí ni allí; no porque la esperanza carezca de contenido, sino porque deja de existir ante la presencia de la realidad. Oíd también lo que dijo el Apóstol acerca de la esperanza: Hemos sido salvados en esperanza. Mas la esperanza que se ve no es esperanza, pues lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Pero, si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo esperamos. (…)

Ved cuán grande fue la condescendencia de nuestro Señor. Quien nos hizo descendió hasta nosotros, puesto que habíamos caído de él. Mas, para venir a nosotros, él no cayó, sino que descendió. Por tanto, si descendió hasta nosotros, nos elevó. Nuestra cabeza nos ha elevado ya en su cuerpo; adonde está él le siguen también los miembros, puesto que adonde se ha dirigido antes la cabeza han de seguirle también los miembros. Él es la cabeza, nosotros somos los miembros. Él está en el cielo, nosotros en la tierra. ¿Tan lejos está él de nosotros? En ningún modo. Si te fijas en el espacio, está lejos; pero, si te fijas en el amor, está con nosotros.  Sermón 395.

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Cara a cara con Jesús. Es él el que se hace el encontradizo y nos interpela. Nos hace levantar los ojos, mirarle a la cara y escuchar sus palabras. Nos despierta, nos remueve, nos interroga, nos saca de nuestra terquedad, desidia o apatía. Él sigue confiando en nosotros, sea cual sea nuestro pasado. Orar es experimentar la confianza del Señor en nosotros…

Sentir su envío. A nosotros, los que todavía dudamos, nos envía a continuar su obra. Nos envía y nos llena de responsabilidad. Nos envía para que salgamos del estrecho marco en el que nos encerramos y para que tomemos conciencia del horizonte de Dios. Orar es descubrir y vivir la misión como don y tarea, como alegría y realización, y no como carga y obligación.

Salir al ancho mundo.  Orar no es encerrarse en uno mismo, ni crear una relación solo y exclusivamente con Dios, pues el Señor nos invita siempre a salir, a abrir las ventanas y el corazón y darnos cuenta de todo lo que hay a nuestro alrededor.

Descubrir los signos de liberación. También hoy, como aquellos primeros años, hay infinidad de señales que acompañan a los que anuncian la buena nueva. No vivimos un tiempo especialmente duro y oscuro.

Encender cirios. Recordando el cirio del bautismo, la luz recibida en la vigilia pascual y nuestro envío por todo el mundo, podemos encender un cirio cada uno y entregar esa luz a alguien y dispersarla por todos los rincones. Comentar lo que nos sugiere el signo.

Hacer memoria de quienes me han ofrecido buena noticia. Recordar a todas las personas que a lo largo de mi vida han sembrado la buena noticia en mí o han encendido luces de esperanza en mi camino.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

A contraluz subías, lentamente ibas subiendo a contraluz, subías milímetro a milímetro, como una mazorca de maíz, doradamente; y tu corporeidad, al remontarse, resbalaba su sombra por los rostros de los que habían ido a despedirte.

Tú hacia lo alto, colgado por los hombros de la barquilla de tu globo de oro, y ellos, allí, en el suelo, los que habían compartido contigo alegrías y penas.

Eran los mismos, los de siempre, y tristes: jornaleros, mineros, pescadores, peones, emigrantes, obrero, refugiados, parados- los de siempre-, viendo tu remontar irremediable.

Los de siempre, los tuyos, contemplando tus sandalias gastadas por los caminos y tus heridas; que te ibas. Ellos se quedaban allí sin comprenderlo, con miedo, como niños, de la vida (Alonso, Manuel).

 

Oración

Concédenos, Dios todopoderoso,
darte gracias con santa alegría,
porque en la ascensión de Cristo, tu Hijo,
nuestra humanidad es elevada junto a ti,
ya que él, como cabeza de la Iglesia,
nos ha precedido en la gloria
que nosotros, su cuerpo, esperamos alcanzar.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.