Durante este tiempo he estudiado sobre nuestro fundador Monseñor Francisco Javier Ochoa, y lo que he aprendido de él, es el amor tan grande que tenía por nuestra Congregación,  todo lo que se esforzó para que jurídicamente tuviéramos todo lo que se pedía a una congregación; fue él quien elaboró las primeras constituciones, quien se encargó del primer capítulo general y de pedir a las Sagrada Congregación de Religiosos el Decretum Laudis, para que la congregación fuera de derecho pontificio, (esto quiere decir que ya no dependiéramos de los obispos de cada lugar, sino de Roma). Todo esto lo hizo contando con la Superiora General, la Madre Esperanza Ayerbe de la Cruz, y su superior General, Fray Eugenio Ayape.

Otra cosa que le admiro es su identidad tan profunda de Religioso, porque aún siendo Obispo, él informaba y pedía permiso a su superior general; todo lo hacía contando con los demás, y viendo las necesidades de las hermanas. Es un ejemplo de amor a la Congregación y a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

En una de las cartas donde felicita a las hermanas por la erección canónica, dice que él promete por todas las monjitas actuales y venideras que serán VERDADERAS AGUSTINAS, VERDADERAS RECOLETAS Y VERDADERAS MISIONERAS, y eso me hace reflexionar y valorar la confianza que Monseñor tenía en cada una de nosotras y me lleva a preguntarme: ¿Realmente estoy cumpliendo lo que Monseñor prometió, porque él confió en mí? ¿Cómo estoy respondiendo a su confianza?

Yessica Victoria, Novicia MAR.