Él es fiel prometiendo y bondadoso cumpliendo. Lo que prometió en la tierra, lo envió después de ascendido al cielo.

Tenemos una prenda de la vida eterna futura y del reino de los cielos. Si no nos engañó en esta primera promesa

¿va a defraudarnos en lo que esperamos para el futuro? (Sermón 378).

 

 

A TODAS LAS MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETAS

 

Queridas hermanas:

Estamos celebrando con toda la Iglesia la solemnidad de Pentecostés. La venida del Espíritu Santo fue como un huracán, un viento poderoso e irresistible, libre y espiritual, una tempestad de libertad, una fuerza renovadora. Fue una gran hoguera que purificó y encendió. Fue el bautismo de fuego del que hablaba Juan el Bautista, que transformará la faz de la tierra.

El Espíritu Santo visible en lenguas de fuego hace posible la tercera creación. El Espíritu Santo que hizo posible la Encarnación del Verbo hace posible el nacimiento de la Iglesia, cuerpo de Jesucristo. Desde ese instante nos sentimos incorporados a Cristo todos los bautizados en su nombre, hasta tal punto que como nosotros no podemos vivir sin Cristo, Cristo se siente unido a nosotros hasta la hora de la plenitud de los tiempos, cuando aparezca en su gloria, en una cuarta creación en que seremos todos glorificados en El.

Las lenguas de fuego que se posan sobre los discípulos hicieron fecunda la oración de María en el cenáculo. La imagen orante de la Iglesia primitiva y naciente es el modelo de lo que tiene que ser nuestra vida y nuestra Iglesia. El camino de la oración sólo se puede realizar en, con y por el Espíritu Santo.

A nuestra congregación entró por medio de nuestros fundadores este viento y este fuego, en la acción carismática del Espíritu, que los liberó, renovó, purificó y los encendió para llevar a cabo el plan de Dios. Agradecemos al Señor este don de su Espíritu que, recibido el día de nuestro Bautismo, nos lo confirmó con nuestra consagración para la misión.  Nuestras constituciones ratificarán que: “Es el Espíritu quien santifica, provee, gobierna, rejuvenece y renueva sin cesar a la Iglesia y la conduce a la plena unión con su Esposo (CC 1).

No estamos solas ni abandonadas a nuestra suerte. Acojámonos a la acción del Espíritu Santo que es el Abogado que permanecerá con sus discípulas para siempre; que habita en nuestros corazones como en un templo; que nos une a todas y forma un Cuerpo congregacional; que nos enseña y recuerda todo lo que Jesús había dicho a sus discípulos, actualizado en el hoy de nuestra historia.  Él nos guía hacia la verdad completa y nos concede los dones que necesitamos.

Y en este contexto de la solemnidad que celebramos recordaremos que el papa Francisco ha convocado un tiempo extraordinario de oración y reflexión sobre la misión ad gentes. Por esta razón ha pedido a la Iglesia que el mes de octubre del 2019 se dedique a esta finalidad, con motivo de celebrar este año el centenario de la Carta apostólica Maximumillud, del papa Benedicto XV. Nos insiste el papa en este documento de su Magisterio sobre la misión y lo necesario de la santidad de la vida para la eficacia del apostolado. La preparación del Mes Misionero Extraordinario nos dice el papa Francisco, es una oportunidad para renovar el compromiso misionero de toda la Iglesia, ocasión también “para renovar el corazón, renovar las obras, renovar las organizaciones, porque, de otro modo, terminaríamos todos en un museo”.

El Santo Padre ha indicado cuatro dimensiones como modo de preparar y vivir el Mes Misionero Extraordinario, de octubre de 2019, a las que estamos nosotras llamadas a vivenciar junto con nuestros hermanos: 

1.- Encuentro personal con Jesucristo, vivo en su Iglesia: Eucaristía, Palabra de Dios, oración personal y comunitaria.

2.- Testimonio: santos, mártires de la misión y confesores de la fe, que son expresión de las Iglesias repartidas por el mundo entero.

3.- Formación: bíblica, catequética, espiritual y teológica sobre la misio ad gentes.

4.- Caridad misionera: como apoyo material para el inmenso trabajo de evangelización, de la misión ad gentes y de la formación cristiana de las Iglesias más necesitadas.

En carta dirigida a los superiores y superioras generales, del 8 de abril de 2018, expresa que “la finalidad espiritual, pastoral y teológica de este Mes Misionero Extraordinario consiste en reconocer, vivir y convencernos de que la misión es y debe ser, cada vez más, el paradigma de la vida y de la obra de toda la Iglesia y, por lo tanto, de todo cristiano y que “haciendo de nuestros corazones y de nuestras mentes discípulos misioneros, el Espíritu nos empuja a salir al mundo para anunciar a Cristo crucificado y resucitado”.

Con motivo de la celebración del Sínodo de la Amazonia, y de este Mes Extraordinario Misionero, nosotras tendremos la oportunidad de dar a conocer la figura de nuestra hermana Cleusa y de Madre Esperanza en todos nuestros ambientes comunitarios, educativos, parroquiales, como mártir una, y confesora de la fe otra, para impulsar nuestro carisma misionero a través de ellas y renovar ese dinamismo de anuncio que hemos recibido.

Agradecemos a Dios el don de su Espíritu derramado en cada una de nosotras, y evidenciado en tantos gestos de fraternidad universal, dedicación, logros obtenidos para la Iglesia, vida orante y de conversión, vivencia de los votos, aceptación de la enfermedad, asumiendo la cruz en una vida oculta y sin relevancia aparente, apostolado fecundo y entregado, inculturación en medios pobres y de escasez máxima y disponibilidad para el servicio del Reino.

Vivamos con intensidad este tiempo de la Iglesia, estos meses de reflexión y unamos puentes para que, desde el gobierno general, los secretariados y las comunidades, podamos generar vida auténtica y abundante en nuestros pueblos. ¡Qué viva el Espíritu Santo y la Iglesia misionera! Amén.

 

Reciban mi abrazo fraterno.

Leganés, 6 de junio de 2019

 

Hna. Nieves María Castro Pertíñez      

Superiora general