La vida es el don maravilloso que recibimos de nuestro Hacedor a través de nuestros padres y se desarrolla en el entramado del tiempo, construyendo presencias que se proyectan en el entorno con las peculiaridades de nuestro ser.

Celebrar la vida en comunidad, es celebrar la historia de salvación que Dios ha ido construyendo con  cada hermana, permitiendo que podamos palpar el infinito amor que Él ha derramado en cada creatura y que ella a su vez le ha permito hacer. 

En nuestra comunidad de hermanas mayores de El Limonar- Cali, hemos intentado hacer este ejercicio, aprovechando la celebración de un nuevo año de vida de la hermana; este hecho nos ha permitido constatar que la historia de salvación se realiza creyendo “contra toda esperanza” (Rom 4,18) a través de nuestras debilidades, dones, gracias y limitaciones.

Entre las historias que hemos recorrido queremos compartir algunos rasgos de nuestra hermana Isabel Ortiz Galeano ya que con ella celebramos la vida en su cumpleaños número 91, el día 14 de marzo.

Chavita como familiarmente la llamamos, no es mujer de expresiones verbales, ya que, hace aproximadamente 12 años, un accidente neuro-cerebral la dejó postrada en cama, con la única posibilidad de expresarse desde lo más profundo de su ser con el llanto y a veces con monosílabos que hacen posible entender lo que le sucede.

Ella desde su silencio y con fe ha asumido la acción de Dios en su vida, permitiéndonos sentir la paz que sólo Él puede dar, la alegría de recibir su ternura y el regalo de una sonrisa que celebra el encuentro con la hermana- hermano, o la gratitud por la atención que se le brinda.

Chavita no sale de su lecho para hacer trabajos pastorales, pero llega al corazón de los niños y niñas del colegio que la visitan, la recuerdan y la reclaman en sus clases cuando en medio de sus labores se preguntan: ¿Cómo estará Chavita?

Chavita no dice frases cariñosas, pero se roba el corazón de médicos, enfermeras, terapistas, personal de servicios generales y hermanas, expresando su acogida al levantar el brazo en ademán de abrazar y acercarse a cada persona que la trata.

No pronuncia con sus labios alabanzas ni oraciones, pero su rostro cada día se ilumina al ver que a su lecho llega Jesús Eucaristía para ser su alimento; su SI cuando se le habla de ofrecer todos sus dolores como hostia viva, por las necesidades del mundo, de la Iglesia y de la congregación. 

Ella, como otras hermanas, es un gran tesoro que tenemos en nuestra comunidad, y con quienes celebramos la abundancia de VIDA que Dios nos da en cada hermana.  

Hna. Olga María Vega Hurtado