«Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo.»

 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 4, 5-40                                         

Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.

Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber.»

Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.

Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva.»

«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?»

Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que Yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.»

«Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla.»

Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí.»

La mujer respondió: «No tengo marido.»

Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad.»

La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar.»

Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén  ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.»

La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo.»

Jesús le respondió: «Soy Yo, el que habla contigo.»

Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en Él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que hice.»

Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo.» Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

En la biblia una mujer es signo y encarnación de su pueblo y por tanto, en esta narración, el texto se enfoca en el  pueblo samaritano. Según datos del Antiguo Testamento, éste se había formado con cinco tribus que repoblaron Samaria (Reino Norte) después de ser conquistada por Asiria. Cada tribu trajo sus propios dioses, aunque después aceptaron el culto a Yahvé (2 Re 17,24-34). La narración es una historia de la conversión de este pueblo. Jesús le revela a la samaritana que Él es el Mesías. Éste es el único caso en que Jesús revela directamente su identidad; lo hace a una mujer de raza despreciada y no de raza judía; lo hace a una mujer y no a un hombre; escoge a una pecadora y no a una santa, porque Dios suele escoger a los últimos. Al enterarse de que Jesús es el Mesías, la mujer se convirtió en apóstol y mensajera de la Buena Noticia para su gente (Alonso Schökel, L). Pero entremos en el texto.

Nos fijamos en Jesús:

Ha terminado mal la primera parte de la misión, teniendo un conflicto con los fariseos. Está de paso de Judea a Galilea. Sicar es un paso obligado. Está cansado y tiene sed. Pero es el Hijo de Dios vivo. Él es el Mesías, el Salvador. Los discípulos se han ido a buscar comida. Está necesitado. Se sienta en el pozo de Jacob. El pozo de Jacob es un lugar emblemático (v.6). Las ciudades se construían junto a una fuente de agua que abasteciera la ciudad. Allí se detuvo Abraham (Gn 12,6). Jesús está en un lugar estratégico. Es la hora sexta. Después de un viaje es la hora del hambre y la sed. El pide agua para beber.

Nos fijamos en la samaritana:

Es una mujer samaritana. Miembro de un pueblo disidente. Marginada por ser mujer. Ignora quién es Jesús. Jesús le descubre su condición pecadora. Le revela la verdad de su vida. Una mujer en Samaria podía casarse hasta tres veces. Tiene cinco maridos. El pozo es un círculo vicioso, siempre por agua, porque siempre se tiene sed. Siempre insatisfecha y siempre buscando como el salmo 42: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”, porque detrás de una insatisfacción siempre hay un deseo más profundo que de sentido a la existencia.  Cuestiona a Jesús: ¿cómo tú siendo judío me pides a mí que soy samaritana?

El encuentro en un diálogo:

El evangelista nos presenta en el encuentro, un camino lleno de contrastes donde se da un verdadero conocimiento de sí, de Dios, de fe y conversión.

Conocimiento de  sí: Jesús, primero es un hombre, después un profeta, después un “Yo soy el Mesías”. La mujer primero se pone a la ofensiva ante un hombre que no la provoca (la primera apariencia nunca es la verdadera), sino que le muestra su necesidad y le suscita un deseo más profundo de saciar su sed verdadera: “Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber”. Después la mujer lo reconoce como profeta porque le descubre su verdad más profunda, y por último lo reconoce como Mesías, el Don por excelencia.  “Dame de esa agua, para que nunca más tenga sed”

Conocimiento de Dios: Jesús es la fuente de agua viva, “En ti está la fuente de agua viva y tu luz nos hace ver la luz. (Sal 36,10) ¿Eres tú el Mesías? ¡Soy yo, el que habla contigo!

El camino del conocimiento:

-Jesús le revela la verdad de su vida. A ella esto le impresiona y le lleva a descubrir la verdad de Jesús. Jesús le indica el círculo de su pecado: cinco maridos. Situación grave de la mujer y necesidad de salvación. El tipo de conocimiento del evangelista Juan es iluminar la verdad del corazón, llegar a lo profundo: “Todo el que obra el mal, aborrece la luz para que no queden censuradas sus obras” (Jn 3,20).

Conocimiento de fe y conversión:

La mujer, profundamente impresionada dice a su pueblo: “vengan a ver”. Jesús es aquel que la conoce. Ya no es un judío, es un profeta, porque ha visto su vida con la mirada de Dios. Es aquí cuando la mujer está preparada para identificar al Mesías, como aquel que lo desvela todo. De profeta a Mesías: ¡Yo soy!. Ha descubierto la relación entre Jesús y Dios (profeta y Mesías).

El DON: en la comunión con el Padre (“los verdaderos adoradores adorarán en Espíritu y en verdad”), la vida terrena encuentra su plenitud y se convierte en fuente inagotable que sumerge al ser humano en la hondura y profundidad de la eternidad (Dios es más íntimo a mí que yo mismo, dirá san Agustín).

“Cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí…El verdadero conocimiento de la fe y conversión se muestra en la acogida. “Le rogaron” y permaneció” (v.40). El pueblo samaritano se convierte y reconoce a Jesús, Don de Dios, Agua Viva. Reconoce y acoge. Jesús permanece en y entre ellos.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Jn 4, 5-42: Es figura de la Iglesia

Llegó, pues, a una ciudad de Samaría, que se llama Sicar, junto a la finca que Jacob dio a su hijo José. Ahora bien, allí estaba la fuente de Jacob. Era un pozo, pero todo pozo es una fuente, no toda fuente es un pozo. En efecto, donde el agua mana de la tierra y se ofrece al uso de quienes la sacan, se habla de fuente; pero, si está a la mano y en la superficie, se habla sólo de fuente; si, en cambio, está en lo hondo y profundo, se llama pozo, sin perder el nombre de fuente. (…)

Jesús, pues, fatigado del viaje, estaba sentado así sobre la fuente. Era como la hora sexta. Ya comienzan los misterios, pues no en vano se fatiga Jesús; no en vano se fatiga la Fuerza de Dios; no en vano se fatiga quien reanima a los fatigados; no en vano se fatiga quien, si nos abandona, nos fatigamos; si está presente, nos afianzamos. Se fatiga empero Jesús y se fatiga del viaje, se sienta; se sienta junto al pozo, y fatigado se sienta a la hora sexta. (…)

Y llega una mujer, forma de la Iglesia, no ya justificada, sino por justificar ya, porque de ello trata la conversación. Viene ignorante, lo halla y con ella se desarrolla algo. Veamos qué, veamos por qué. Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Los samaritanos no pertenecían a la nación de los judíos, pues fueron extranjeros, aunque habitaban tierras vecinas. Es largo relatar el origen de los samaritanos, no sea que nos retengan muchas cosas y no diga lo necesario; basta, pues, que tengamos por extranjeros a los samaritanos. Y, para que no creáis que he dicho esto con más audacia que verdad, escuchad qué dijo el Señor Jesús mismo de aquel samaritano, uno de los diez leprosos que había limpiado, único que regresó a dar gracias: ¿Acaso no han sido limpiados los diez? ¿Y los nueve dónde están? ¿No había otro que diera gloria a Dios sino ese extranjero? (…)

Finalmente oye quién pide de beber. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es quien te dice: «Dame de beber», tú le habrías tal vez pedido y él te habría dado agua viva. Pide de beber y promete beber. Necesita como para recibir, y está sobrado como para saciar. Si conocieras, dice, el don de Dios. El don de Dios es el Espíritu Santo. Todavía le habla veladamente pero poco a poco va entrando en su corazón. Comentarios de san Agustín sobre el evangelio de san Juan 15, 5-6.9-12

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

-Miremos a Jesús, cansado, sediento, misionero infatigable del Padre. Él sale a mi encuentro, me pide agua. Me pide que le de lo que tengo, así sean solo mis pecados, porque no tengo nada más.

-Contemplo en Jesús el DON DE DIOS, el AGUA VIVA. Y me pregunto: ¿Busco en ti, Señor, saciar me sed de plenitud o busco otras aguas menos claras que me dejan más sediento/a cada día?

-Reviso mi vida, mis apegos, “mis maridos”. ¿Hasta cuando voy a circular en esa ruta perdida y vacía que no llena mi sed de plenitud? ¿Cuándo voy a dar nombre a mis apegos, vicios y voy a permitirle al Señor actuar?

-¿Cómo reconozco al Señor cada día? ¿Cómo le anuncio? ¿Transmito mi fe desde lo que ha hecho conmigo o mi culto sigue siendo vacío, sin interioridad y encuentro profundo con el Agua viva y el Manantial que Él mismo me proporciona? ¿Acojo a Jesús y lo invito a permanecer en mi vida a pesar de las contrariedades, o por el contrario, no quiero salir de mi zona de confort, y rehúyo el compromiso de anunciarlo con el testimonio?

-¿Qué significado tiene en mi vida adorar en “espíritu y en verdad”? ¿Siento que avanzo cada día más en el conocimiento de Dios a través del don de su Espíritu y su palabra?

¿QUÉ ME HACE DECIRLE EL TEXTO A DIOS?

Gracias Señor por ser el Agua Viva que quita nuestra sed insaciable de sentido.

Gracias por ser nuestro Salvador, el de todos, el de la humanidad entera.

Gracias por conocerme hasta los tuétanos y amarme a fondo perdido.

Gracias por el regalo de tu Espíritu Santo, Don de Dios, comunión contigo y con el Padre.

Gracias por el regalo de la fe, vivida y testimoniada en comunidad, fortalecida con los sacramentos, que son salvación tuya para nosotros.

Gracias por el don de la interioridad donde puedo bajar a lo más íntimo de mí mismo/a y encontrarte porque allí estás, permaneces y recibo de la Fuente  inagotable de la Vida Eterna que permanece para siempre.

Gracias porque nos haces misioneras/os con espíritu, verdaderos adoradores del Dios encarnado que asumen con valentía acogerte en los más necesitados de tu misericordia.

Oramos con el  testigo: San Juan de la Cruz

Que bien sé yo la fonte que mana y corre aunque es de noche. Aquella eterna fonte está ascondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche. Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen della viene, aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beban della, aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede vadealla, aunque es de noche. Su claridad nunca es escurecida, y sé que toda luz della es venida, aunque es de noche. Sé ser tan caudalosas sus corrientes, que infiernos, cielos riegan, y las gentes, aunque es de noche. El corriente que nace desta fuente bien sé que es tan capaz y tan potente, aunque es de noche. El corriente que de estas dos procede sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de noche. Aquesta Eterna fuente está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas porque desta agua se harten aunque a oscuras, porque es de noche. Aquesta viva fuente que deseo en este pan de vida yo la veo, aunque es de noche.