Del 31 de enero al 2 de febrero del presente año, estuvimos en la casa de retiro  Villa Carmelitas, Lurín-Lima, participando del II Curso Nacional de Animación de la Pastoral Vocacional.  Hubo representación de las tres regiones del Perú: La Sierra, la Selva y la Costa.

El lema fue “Los Jóvenes, destinatarios de la Pastoral Vocacional” y la “Cultura vocacional en el mundo juvenil”.

Dios llama en todas las edades, desde el seno materno hasta en la vejez, pero la juventud, es el momento privilegiado para la escucha, la disponibilidad y la acogida de la voluntad de Dios.

Para hacer realidad una verdadera cultura vocacional, como Iglesia procuraremos:

Fomentar la cultura vocacional por medio de la valoración y el respeto de las diversas vocaciones en el mundo y en la Iglesia, orientándolas hacia la transformación de la sociedad, a la luz del Evangelio, lo que implica ponerle un tinte vocacional a toda actividad pastoral, convirtiéndola en espacio de diálogo con Dios y con el hermano.

Por otro parte, la pedagogía, es la que facilita la cultura vocacional en la medida en que se siga un proceso, como el que se propone en el itinerario de Aparecida sobre el discipulado misionero, es decir, encuentro con Jesucristo, conversión, discipulado, comunión y misión, que en lo específicamente vocacional se explicita en estas etapas: despertar, discernir, cultivar y acompañar.

Despertar: es el primer paso de un itinerario vocacional; es un despertar en la conciencia de las personas su condición de ser llamados por Dios, a través de Jesucristo y por la acción del Espíritu Santo. Esto, se debe desarrollar de forma progresiva y simultánea en tres dimensiones: humano, cristiano, eclesial y específica.

Discernir: el proceso de discernimiento, teniendo en cuenta la pedagogía usada por Jesús en los evangelios: cuestiona las motivaciones, sondea las intenciones, alerta para la radicalidad y la seriedad de la opción.  Es decir, distinguir sus caminos, no profesionales sino vocacionales.

Cultivar: hace pensar en el trabajo del agricultor, y destaca la necesidad de una atención específica del vocacionado en la primera fase de su itinerario.  Pueden ser de utilidad cultivar aspectos humanos, el crecimiento en la fe, la inserción en la vida de la Iglesia y el conocimiento de la vocación especifica.

Acompañar: Después de presentar las etapas anteriores, es fundamental acompañar el proceso de la opción vocacional de manera consciente y libre en el candidato, y teniendo un interés especial con las vocaciones consagradas y sacerdotales.

Es decir, acompañar en la escucha y prepararnos para la misión que Dios nos tiene en nuestra vida consagrada.

Juana Maricela Hernández Tzunún, mar