He podido participar en las misiones y me hace reflexionar cuán importante fue y es, para muchas personas, la vida y la entrega de cada misionero y misionera. Las personas se quedan marcadas, recuerdan con cariño tantas enseñanzas y experiencias que los misioneros han podido vivir junto a ellos; especialmente agradecen la escucha, los consejos, la oración y la presencia.

Esos son los frutos que muchas veces no se ven o no se valora. El más importante pasa en el corazón de cada persona. Lo que Dios permite vivir a cada uno en las misiones es gracia y es regalo.

En la última misión que participé, en Trinidad- Casanare, las personas preguntaban por las hermanas que pasaron por allí, preguntaban cómo estaban, si volverán a verlas, dónde están. Todo eso evidencia las huellas dejadas allí. Es bonito ver cómo lo que uno trasmite se queda en los demás, marca la vida y trae enseñanzas, deja recuerdos, relaciones de amistad y de amor.

Gracias, Señor, gracias.

Eduarda Bento, novicia MAR