De Monseñor Francisco Javier 0choa a las Misioneras Agustinas Recoletas de la Casa noviciado

Queridísimas hermanas: ya hace tiempo que quería escribirles, pero estaba esperando la ocasión. Creo que no hay momento mejor que éste. Estamos de fiesta, hoy, 18 de enero. Nuestra tan soñada y amada congregación está celebrando los 75 años de aprobación canónica; ustedes no se pueden imaginar la alegría que siento en mi corazón al saber que hemos llegado hasta aquí y vamos a llegar aún más lejos.

He visto todas las misiones, todas las obras que han realizado. ¡Qué maravilla! Estamos en varios países, y con muchos corazones generosos y emprendedores; sí, supe de muchas hermanas que han trabajado mucho, han aportado con su creatividad, su empeño, alegría, y sobretodo, han conservado la confianza y la esperanza en el Señor, que, por cierto, esta palabrita esta en nuestro logo: ESPERANZA.

Creo que expresa bien el caminar de nuestra congregación, pero hay que recordar hermanas, la esperanza solo alcanza su fin cuando nos ponemos a caminar, jamás parar en medio del camino, ni siquiera para pensar, siempre adelante, esa es la esperanza, es saber que lo que Dios tiene preparado para nosotros se hará vida en nuestra vida, y eso es, claro, como ustedes ya saben, por medio de la oración.

Vuestro carisma tiene muchas riquezas, no lo desperdicien por favor, es una fuente de gracia, de novedad. Cómo quisiera que todas se aprovechasen al máximo de su carisma, de sus dones, eso es lo que Dios también desea, que sean verdaderas misioneras, verdaderas agustinas y verdaderas recoletas, así estarán cumpliendo con el proyecto de Dios sobre cada una de ustedes.

Hoy por la mañana hablaba con Madre Esperanza sobre como ustedes han crecido, sí hermanas, aquí estoy con Madre Esperanza, con Sor Ángeles y Sor Carmela; hoy todo el cielo está de fiesta, y nosotros con mayor razón, pues siempre estamos pidiendo por ustedes, y hemos participado de cada eucaristía que han realizado en estos días a propósito de nuestra congregación; nos emocionamos en todas ellas.

Pues hermanas, quiero decirles que hemos sufrido con ustedes, hemos llorado con ustedes, hemos sonreído con ustedes, hemos luchado con ustedes, hemos rezado con ustedes, hemos trabajado con ustedes, hemos proyectado con ustedes, hemos celebrado con ustedes tantos momentos de gozo, hemos estado con ustedes en todos los momentos.

Hoy quiero darle gracias a cada una de ustedes por haber dicho “sí” al Señor; cada una sabe cuanto le costó ese sí, sabe también que ese sí fue único y enteramente para el Señor, sólo para Él, sólo con Él.

Bueno, a ustedes hermanas, que hacen parte de la comunidad noviciado en Colombia, les quiero mandar un saludo especial. Cada una, reciba mi abrazo. A la madre Elsa, la superiora que supe que le gusta mucho el chocolate calientico como a mí, un abrazo; a Sor Myrian, la maestra de novicias, una ardua tarea, supe que le gustan mucho los plátanos, un abrazo; a Sor Delza, la ecónoma, supe que le encanta la polenta, un abrazo.

A Sor Nereyda, la procuradora, supe que le encantan las matas un abrazo. Sí hermanas, yo me entero de todo. Un abrazo para Sor Yessica, que por cierto ya debía está España, pero ya sé cómo son esas cosas; esas diligencias para viajar son muy demoradas. Un abrazo a mis hermanas novicias, Gisela, Juanita y Eduarda, y les quiero decir que aprovechen al máximo la formación y cada vivencia en el noviciado, estos momentos serán para ustedes los más importantes y decisivos, no lo desperdicien.

Bueno hermanas, ya me despido de SS.CC., Dios las bendiga siempre, las tengo presentes en mi corazón. De su afectísimo hermano en Cristo.

Francisco Javier Ochoa

18 de enero de 2022

Eduarda Bento, novicia MAR