San Agustín en el libro de las Confesiones, al hablar de su gusto por el teatro, reflexiona acerca del hombre, que le gusta sentir el dolor y la compasión ante una obra de teatro donde se presentan situaciones en que se expone toda la miseria del hombre, pero que no le gusta sentir en la carne el dolor. Es algo paradójico, hacemos del dolor un algo placentero, para entretenernos,  pero al mismo tiempo no queremos experimentar el dolor, el sufrimiento.

San Agustín lo que quiere cuestionar es nuestro gusto por el dolor y sufrimiento. ¿cómo el dolor se torna fuente de placer? ¿de hecho la compasión o misericordia que tenemos es auténtica? ¿o no pasa de una conmoción? ¿Adonde nos lleva nuestra misericordia?

Al cuestionarse San Agustín lo que percibe es que al hombre no le gusta ser miserable, pero le gusta ser misericordioso. De ahí viene que nosotros encontremos en el dolor un cierto placer, pues ante ese dolor nos compadecemos de el, y al compadecernos experimentamos un cierto alivio, pero que mucha de las veces es pasajero. Es como en el teatro, o cuando asistimos a una película y lloramos y sentimos compasión por las situaciones que nos exponen, pero no pasa de eso, sentimos y no hacemos nada al respecto, y eso lo hacemos también en situaciones concretas de nuestras vidas, sentimos, pero no nos atrevemos a ir más a lo profundo, a experimentar esa misericordia, esa compasión en gestos concretos, en nuestro día a día, en nuestra carne.

No podemos quedarnos en el sufrimiento, en el dolor,  esa es la invitación que Dios nos hace; la misericordia auténtica nos impulsa a ir adelante, nos hace superar las dificultades, sentir, enfrentar el dolor con valentía, y con la confianza en Él, que es la misericordia, que nos ama profundamente con todo lo que somos, que perdona nuestros errores, se compadece de nuestro sufrimiento y nos invita a levantarnos, a reconocer que sí hay miseria en nosotros, y que eso no significa el fin, sino que a partir de esa miseria vamos a comprender también la miseria del otro, y seremos capaces de comprender y aceptar las contrariedades de la vida. La misericordia va a abrir nuestros ojos y a llevarnos a mirar con amor la vida y a ver a Dios presente en cada situación, en cada persona, en todos los momentos.

En estos tiempos en que la humanidad toda esta sufriendo con la pandemia, con las enfermedades, con la pérdida de seres queridos, con la miseria, las guerras y conflictos, la misericordia debe levantar nuestro ánimo y alimentar nuestra esperanza  para poner nuestra confianza en Dios. Que como San Agustín seamos capaces de salir adelante ante las dificultades y poder ver la luz de Dios en nuestras vidas.

Eduarda Bento Ramos

Postulante MAR

Imagen tomada de: <a href=’https://www.freepik.es/fotos/personas’>Foto de Personas creado por javi_indy – www.freepik.es</a>