San Agustín nos dice que todos buscamos la felicidad, y en ese buscar podemos extraviarnos, pues el mundo nos muestra muchos caminos que nos ofrecen satisfacciones, pero estas son efímeras, solo el que conoce a Dios sabe que todo lo bueno que buscamos, solo podremos encontrarlo en el cobijo de Aquél que nos creo para ser felices.

Mirar la vida de San Agustín nos deja ver cómo es que él, desde temprana edad buscaba con gran afán la felicidad, pero el mundo y sus placeres lo llevaban a buscarla en lugares equivocados, en dónde simplemente no la encontraba, al contrario se alejaba cada vez más y su corazón se sentía con más sed de esa ansiada felicidad.

No fue hasta que se encontró con la Palabra de Dios y descubrió como el mismo lo dijo: “Tu voz es para mi una alegría superior a la de todos los deleites”. Fue en la Palabra de Dios que San Agustín encontró esa fuente inagotable de descanso y felicidad, aquella que no se acaba, sino al contrario, crece según se acrecienta nuestra confianza en Dios.

Puede que llegue algún momento en el que sintamos que la felicidad nos abandona porque perdimos lo que creíamos seguro, porque las cosas no nos salieron como queríamos o porque no logramos lo que teníamos planeado; pero cuando se tiene la seguridad de que Dios siempre permanece a nuestro lado podemos estar seguros de que la felicidad no se acaba, nuestra felicidad siempre estará presente porque la encontramos en Dios.

Gisela Sánchez

Pre-Novicia, MAR