Queridos lectores les comparto mi experiencia al haber vivido unos meses con las hermanas mayores; he aprendido lo que es entregar la vida por los demás, dejando las propias comodidades, teniendo a Dios como el primero y único amor.

He aprendido que cuando se llega a una edad donde ya las limitaciones no nos dejan ser igual de activas como antes, poder mirar atrás y darnos cuenta de lo que el Señor ha obrado durante nuestra vida, y cómo hemos sido instrumento para hacer su voluntad, haciendo que otras personas conozcan su amor y misericordia, y así ayudar a que se acerquen cada vez más a Él, es algo que llena de satisfacción y agradecimiento.

Este aprendizaje un don hermoso que Dios me regaló, y que me deja dos preguntas: ¿Todo lo hago por amor a Dios? ¿Es Él mi centro y único amor?

Yessica Victoria, Novicia MAR.