Comenzamos el segundo domingo de adviento, y con él una invitación clara: CAMBIAR.

Pero, ¿en qué consiste ese cambio? En abrir el corazón, en dejar que Dios entre y pueda quedarse en él. Pero para ello hace falta dejar de lado todo aquello que nos puede apartar de Dios, aquello que nos deshumaniza y nos impide ver en el otro a un hermano, hijo de Dios como nosotros.

Juan Bautista es el profeta que clama en el desierto, no para que su voz se pierda, sino para que todos podamos oírlo.

No hagamos oídos sordos, sino que prestemos atención a esta llamada, a este cambio, a esta oportunidad para que Dios se quede en nuestras casas, en nuestros corazones.

Es una buena semana para ponernos en paz con los demás, en paz con Dios. Es tiempo de cambiar, es tiempo de AMAR.