El cinco de febrero se acercaron a nuestra casa dos señoras del campo, nos solicitaron que fuéramos a visitar a una señora enferma. Le dijimos (Juanita y Elisa, MAR de Cochabamba) que con mucho gusto… ¿por dónde vive? a la vueltita hermanita…Nos dispusimos para  acompañarlas y salimos de casa en una mototaxi hasta la salida a Chiclayo en un lugar llamado “La Balsa” porque el árbol gigante que se encuentra a la entrada para subir la montaña se llama así.

Bien, bajamos de la moto taxi y empezamos la subida de la montaña, mientras más subíamos mucho mejor se divisaba el paisaje que era bellísimo y en la lejanía se sentía el sonido del agua que caía; era una catarata, nos dijo la señora que nos guiaba.  No la pudimos divisar porque la vegetación era muy espesa, solo se veía el paisaje verde… ¡ya habrá oportunidad para conocerla!

Habíamos caminado como veinte minutos y le preguntaba dónde estaba la casa… “un poquito más y ya llegamos”…y seguíamos subiendo y conversando animadamente con la señora que nos contaba parte de su vida y recordaba a los sacerdotes y hermanas que habían pasado por Cochabamba.

Pasó otro lapso de tiempo y le vuelvo a preguntar cuánto falta para la casita de la enferma…”ya un poquito más y llegamos…” así se pasó algo más de una hora de camino subiendo por la comunidad de Chucumalca.  No esta demás decirlo que también alabamos a Dios por la maravilla de la naturaleza.

¡Por fin dice”: “esa casita de allá es la mía”, la de la enfermita está más arriba!  A seguir subiendo hasta que llegamos a lo que la gente del campo llama LA TRAVESÍA, es decir que ya no se sube sino que se camina por un caminito plano; atravesamos ese hermoso campo que parecía un campo de futbol y vemos en un pequeño  montículo una casita de barro rodeada de hermosas flores y cantidad de gallinas y un burrito que al vernos se pone a rebuznar, como dándonos la bienvenida…Por fin nos salen a saludar los familiares y amigos de la enfermita, que con mucho cariño nos reciben.

Entramos a lo que llaman su cuarto de dormir y vimos un colchón en el suelo y la enfermita cubierta con sus cobijas, medio sentada por el cansancio de estar todo el día en cama. Se le notaba muy pálida y delgada. Nos dijeron que tenía diabetes y estaba anémica; conversamos con ella y dentro de su cansancio mostraba buen ánimo. Nos pidió que le cantáramos, oráramos y así fue. Convocamos a toda la familia y unidos alrededor de ella rezamos el Santo Rosario acompañado de canciones marianas entre cada misterio.

Ya se estaba haciendo tarde y se desató una lluvia muy fuerte; nos dio un poco de temor porque casi diariamente había estado lloviendo y el camino se pone muy resbaloso…pero en fin, pedíamos a la Virgen que nos protegiera y así fue;  dejó de llover y aprovechamos para despedirnos pero no quisieron   que  nos fuéramos hasta comer algo que habían preparado: un estofado de pollo con arroz que estaba muy rico y una taza de agua de hierbaluisa. Agradecimos su atención y quedamos en volver con el sacerdote.

Damos gracias a Dios por este sencillo apostolado de visitar a los enfermos, de cuya visita salimos evangelizadas por la fortaleza espiritual de la enferma y por la delicadeza de la familia que no escatimó esfuerzo en preparar darnos alimento a cada una de nosotras.

Empezamos la bajada y al llegar a la carretera encontramos una moto taxi que la familia había llamado desde su casa para que nos esperara en la carretera y trasladarnos hasta nuestro convento en Cochabamba.

Al llegar a casa eran como las 6.30 p.m., nos dispusimos a rezar vísperas y le decíamos al Señor hoy te hemos encontrado en el enfermo, recordábamos la Palabra del Señor: “Estuve enfermo y me visitasteis”

Cochabamba, febrero, 2021

Hna. Elisa Beltrán Salas, mar.