‘’El que no vive para servir no sirve para vivir’’

Cuando me pidieron que escribiera mi testimonio como acompañante sobre lo vivido en el campamento misión de Edén me quedo la mente en blanco, no sabía qué podía decir o contar porque pensé que mi trabajo en el campamento no era el de vivir la experiencia, sino ayudar a las muchachas de la caravana a vivirla al máximo. Pero después pensé en cada uno de los momentos lindos y difíciles  también, las risas, las peleas, y todas las veces que las muchachas trabajaron juntas para lograr algo y me di cuenta que, más que ayudarlas, me permitieron vivir la experiencia con ellas, porque podía sentir lo que ellas sentían y ahora ver cosas que ellas veían y yo no, y por eso tengo mucho que decir.

Primero darle gracias a Dios por darnos la fuerza y la voluntad para llevar a cabo el campamento con el mejor de los ánimos, darle gracias por que se hizo presente en cada uno de los momentos, darle gracias porque nos permitió verlo reflejado en cada uno de los rostros de los niños y personas de la comunidad San Agustín. Darle gracias también porque me permitió a mi ser testigo del crecimiento personal y espiritual de las muchachas. Sé que el equipo guía fue duro y estricto y por tanto fue difícil para ellas levar a cabo las actividades preparadas, pero viendo el resultado me siento orgullosa y complacida del trabajo realizado.

Pero más que de todo lo que hicimos me siento sumamente agradecida de haber podido presenciar la primera experiencia de misión de la Caravana Edén, donde pude verlas derrumbarse y sensibilizarse ante situaciones y realidades de las demás personas en donde el misionero no puede hacer más que intentar llevar esperanzas y orar, las vi enojarse e indignarse por las injusticias de las realidades de la comunidad, las vi contagiarse de la alegría en los rostros de los niños del semillero San Agustín, las vi reír con las Madres Mónicas, las vi usar sus habilidades, dones y capacidades al máximo para servir y poder llevar a cabo actividades que eran de su agrado y otras que no sabían muy bien cómo hacer pero igual lo daban todo para lograrlo,  las vi dejar de lado sus comodidades para dormir en el piso, bañarse sin una regadera, cocinar y limpiar, pero mejor que nada, las vi hacerlo todo con gusto, riendo y disfrutando en comunidad. Me hicieron recordar cuanto amo servir a los demás y cuan feliz me puede hacer. 

Me complace decir que la JAR Santa Rita cuenta con nuevas misioneras llenas de dones y dispuestas a vivir para servir.

Siul, Fabiana, Brenda, Ynebsy y Bélgica no tengo más que decir que felicitaciones, sigan poniendo sus dones al servicio y mantengan siempre su corazón inquieto por mas, fue un placer.

Rebecca Hermoso, Acompañante externo.

 

 

 

{gallery}campa2, limit=0,random=1,width=200,height=100,gap_h=20,gap_v=20,displayarticle=1{/gallery}