NUESTRAS VIDAS SE TRANSFORMAN EN UN SÓLO CORAZÓN

Una frase que me impacta del himno de la Congregación de Misioneras Agustinas Recoletas es “Nuestras vidas se transforman en un solo corazón” En un mundo donde impera la muerte guerras, violencia, homicidios, entre otros y donde ser transformadores de vida implica transformar primero, la propia vida; y luego convencer con el testimonio para que otros transformen su vida y más aún llegar a tal extremo; que la vida del otro y la propia se transformen en un solo corazón; es un verdadero desafío. Y pensando en desafíos; hoy en día están de moda los llamados reality en la televisión, en los medios de comunicación los cuales los realizan para generar cierta popularidad entre la gente y sobre todo para obtener dinero, por tanto, en estos desafíos; en mi opinión, lo único que generan es una gran competitividad entre los participantes. Estos certámenes tienen sus normas y obstáculos que tienen como finalidad un ganador entre muchos participantes y en cierta manera los participantes y sobre todo al ganador le puede generar un cambio en su modo de vida, pero en realidad son cabios de vida del momento no para toda la vida. El verdadero desafío está el vivir una vida en Cristo es decir en convertirnos en aquello que Dios quiere para nosotros y que desde el principio nos pensó que fuésemos, para ello es necesario que pasemos primero como “el oro por el crisol”, es decir, por medio de procesos, que nos lleven a una transformación autentica de la vida, que no es otra cosa que la cristificación del hombre; el cual implica necesariamente un cambio total de vida, que nos lleve a configurarnos con Cristo, adherimos a Él, alimentarnos con su Cuerpo y con su Sangre y transformamos en El, de manera que con san Pablo digamos “Y ya no soy yo quien vive, es cristo quien vive en mi” (Gál. 2, 20).

La vida de Jesús, sus sentimientos, su actuar; debe estar impresa en mi ser; así como se plasmó en el manto de la Verónica el Rostro Divino del Señor. Sólo llevando impresa la vida de Jesús en nuestra propia vida, se puede hacer factible el mandamiento del Señor Jesús “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Éste, se nos dice, es el principal mandamiento, y el segundo es semejante, a saber: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos12:30–31).
Para finalizar este tema, quiero volver a tomar la frase “Nuestras vidas se transforman en un solo corazón” podemos decir que el amor a Dios, sin el amor por el hombre no es válido; los dos amores deben ir estrechamente unidos tal como lo dice Hechos 4,32 “Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma”, lo cual significa tener un mismo ideal, unos mismos sentimientos, los mismos deseos e ir tras las huellas de Jesús y caminar juntos. Para ello, es necesario conocer, comprender, respetar, confiar y acoger al hermano, al más pobre, al desprotegido, al que está a mi lado, a mi hermana de comunidad. San Agustín dice “Debes vaciarte de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de lo que estás vacío”, y de lo único que debemos llenarnos es de Dios; Solo así “nuestras vidas se transformarán en un solo corazón en Dios junto con el corazón de mi hermano o hermana.

Hna. Sonia Segovia