Calma hija, soy Yo, no tengas miedo

En estos días de gracia me he sentido mirada por el amor siempre fiel de Aquel que me amó primero… “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?… cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo” (Salmo 115).
Y así como este gran varón Agustín y su profunda experiencia de elevar el corazón a Dios, no sin antes hundirse en las profundidades de sus realidades humanas de cara a Dios (proceso de Kénosis), me he puesto ante el  espejo de Dios en estos ejercicios agustinianos, aprovechando la oportunidad que Dios me ha concedido de hacer retorno físico y espiritual al lugar que me recuerda y hace regresar a mi experiencia fundante; retornar al noviciado es  volver a la cuna de mi vocación; vocación que no me pertenece, es de  Dios, y yo su administradora humilde, llamada a ser fiel y coherente en mi respuesta diaria desde nuestro carisma MAR, gracia y don para nuestra Iglesia.

Ha sido un caminar profundo, de volver al corazón y levantarlo a Dios; en momentos de perdón y agradecimiento, momentos de mirarme en mi respuesta personal totalmente integrada a mi comunidad, pues “nosotras somos el cuerpo de Cristo” (1 Cor 12, 12 – 30). Reconociéndome llamada a vivir como peregrina de la ciudad de Dios, mendiga de la gracia de Dios y desprendida de la  ciudad terrena; tres llamados íntimamente unidos a nuestro hermoso carisma:

MISIONERAS, mujeres peregrinas de la ciudad celestial, somos huéspedes en este mundo y con sencillez buscamos dar a Dios todo honor y toda gloria.

AGUSTINAS, mujeres mendigas totalmente sedientas de Dios, de su gracia, en comunidad y en camino de humildad reconocemos nuestra total necesidad de Dios.

RECOLETAS, mujeres desprendidas, en constante proceso de trascendencia, de no apegarnos a las cosas que llamamos importantes y que en realidad son banales y pasajeras.

Mujeres de silencio, que constantemente levantamos al corazón a Dios con alegría en clave de comunión MAR.

Por eso, desde mi experiencia personal y las invitaciones que Dios me ha hecho fuertemente durante estos días, comparto con ustedes mi oración de entrega y abandono en Cristo, quien me salva y fortalece en este arduo caminar vocacional.

“Cuántas veces te he dejado, Señor, abandonándote me he abandonado y el enemigo ha aprovechado muy bien estos momentos para hundirme en la angustia, desesperación, autosuficiencia y en la fría calumnia de la soberbia.
¡Oh Señor! Perdón por tantos momentos en los que creída en mí; he dejado lo importante, lo fundamental, lo esencial por cosas superficiales; y llevada por mi pecado, por la soberbia no he vivido en Ti mis días, no he hecho mi oración, no he participado de la Santa Eucaristía, no he comulgado con mis hermanas, por no comulgar Contigo, Señor. Cuánto tiempo perdido mi Dios… y ahora qué? Ahora me dejo mirar por Ti, con ojos de resurrección, y Tú me preguntas… y ahora qué? – Yo he estado aquí y aquí seguiré- me dices- ¿Qué vas a hacer ahora? – Me preguntas- ¿Vas a seguir viviendo y bebiendo del miedo que la tentación pone en tu camino? Y que a veces parece que te deleitaras en el- me interrogas de nuevo.

Y yo, Señor, quiero guardar silencio ante Ti, escuchar y arrepentirme ante Ti; quiero de Ti la fuerza para cambiar, para luchar contra el mal en l barca del bien, en tu barca, donde Tú eres mi fuerza, mi camino, mi meta y mi descanso. Quiero mirarte, quiero seguirte, y no lo puedo sin Ti; quiero dar muerte cada día a la Nazly soberana, aferrada a tu cruz,… a mi cruz…

-¡Señor, no quiero tener miedo!
– “Calma hija, soy Yo, no tengas miedo”.

Doy nuevamente gracias a Dios por estos valiosos días de encuentro con mi corazón, de regreso al él y de interrogarlo de cara a la verdad.

Agradezco por mi comunidad que ha permitido el momento y el espacio para la buena experiencia de estos días; especialmente agradecerte por las hermanas del noviciado y su testimonio de respuesta al llamado de Dios a ser mujeres consagradas, verdaderas Misioneras Agustinas Recoletas.
GRACIAS SEÑOR.
 Nazly Yurany León Martínez
Juniora MAR
MI PADRE DIOS

Mi Padre Dios;
Brazo abierto en el vacío,
Mi Papaito Dios.

Mi Pa’, mi Papito Dios
Ojos atentos en ligero paso,
Oídos a tiempo con mirada fija.

Mi Papaito Dios
Eres grande, eres fuerte,
Eres abrazo, eres caricia,
Eres la ternura de mi niñez.

Mi Papito Dios,
Sonrisa y llanto a la vez,
Cuidado y protección,
Abrigo y beso de amanecer.

Mi Pa’ Dios,
Mi alegría y esperanza,
Novedad y firmeza;
Eres niño que me alegra.

Mi Papito Dios.
Cuánto amor, cuánto detalle;
Cuánto amor que yo te ofrezco
En mi propia debilidad;
Mi súplica de perdón
a Ti dirijo por mis ausencias,
y mi gracia que es tu gracias
hoy quiero agraciar.

NUESTRO PADRE DIOS

Nuestro Papito Dios
Cada mañana renace tu sol,
Nuestro Papaíto Dios.

Nuestro Pa’, nuestro Papito Dios
Sales a buscarnos y siempre
Nos esperas en el viejo sillón.

Nuestro Papaíto Dios
Siempre ayuda y petición,
Silencio y permaneces,
En el camino, Tú el primero.

Nuestro Papito Dios
¿Qué puede faltar que Tú ya no hayas dado?
Tú nuestro gozo y alegría.

Nuestro Pa’ Dios,
Caminas a nuestro lado
Explicas los senderos,
Revisas nuestros pasos.

Nuestro Padre Dios
En tu camino hay piedras,
Pero Tú nos ayudas a levantarnos
Cuando en pecado caemos;
Volvemos a Tí,
Volvemos a nuestro “Abba”
Padre Nuestro. AMÉN.

Nazly Yurany León Martínez
Juniora MAR