En los ejercicios espirituales que Dios me permitió vivir, un día nos hablaron sobre las bienaventuranzas.

Bienaventuradas las que han entregado su vida por la causa del Reino.

Porque tendrán su recompensa.

Bienaventuradas las que han dejado padre, madre, hermanos, hijos, esposo por mí.

Porque tendrán más padres, madres, hermanos, hijos y darán mucho fruto.

Bienaventuradas las que dan testimonio de mi amor y misericordia.

Porque alcanzarán amor y misericordia.

Bienaventuradas las que desgastan su vida con los más pobres.

Porque de ellas es el Reino de los cielos.

Bienaventuradas las que consuelan a los tristes.

Porque ellas también serán consoladas.

Bienaventuradas las que me conocen profundamente.

Porque habitaré en ellas.

Bienaventuradas las que han vendido todo lo que tenían, se lo dieron a los pobres y me siguieron.

Porque ganarán la vida eterna.

Bienaventuradas las que responden a mi llamada y abren la puerta.

Porque entraré, cenaré y me quedaré con ellas.

Yessica Victoria, MAR

UNA EXPERIENCIA DE FRATERNIDAD

Desde el pasado mes de febrero hemos estado asistiendo Diana y yo por medio de ARCORES al comedor Masarnau que pertenece a la Sociedad San Vicente de Paul, y da alimentos a las personas que lo necesitan. Asisten varias personas como voluntarios, y es una gracia de Dios convivir con cada uno de ellos, con los que trabajan en la institución, los beneficiarios.

Es una oportunidad de ver la realidad que pasan las personas emigrantes, que buscan mejorar su calidad de vida, y esto me lleva a darle gracias a Dios por todo lo que nos da día a día, viendo en cada una de las personas ver el cariño y el afecto que tienen para con nosotras; es una gracia de Dios.

Me doy cuenta de que en el mundo con todas las dificultades que vivimos, con tantas diferencias, el amor puede unirnos, e impulsarnos a ayudar a los demás, ver en cada uno de ellos el rostro de CRISTO necesitado, pero también ese Cristo que ama y se compadece por los más necesitados.

Yessica Victoria, MAR