Experimentar a Jesús en este tiempo de gracia en el que me encuentro (experiencia apostólica) ha calado en lo profundo de mi vocación y de mi persona de una forma radical y marcante.

Llegué a Caracas, Venezuela el 25 de mayo del presente año, ya llevo 3 meses y unos días en esta tierra Venezolana, todo este tiempo he estado compartiendo en la Comunidad de Atapirire, Estado Anzoátegui, comunidad a la que agradezco enormemente porque me han acogido como una hermana más.

Al hablar de la experiencia no puedo dejar de hablar de la situación del país que para ninguno es una sorpresa, pues esta misma realidad es la que condiciona muchas veces las actuaciones de las personas ya que todo gira en torno a esta situación.

En medio de todo, doy gracias a Dios por lo que ha suscitado en el corazón de todos los Venezolanos y es el deseo de compartir lo poco que se tiene y aprender a valorar lo que con esfuerzo y sacrificio se obtiene, no se puede negar que es mucha la violencia que está presente pero donde no la hay surgen “pequeñas comunidades” donde el bien común empieza a tomar fuerza.

Siento fuertemente en mi corazón el toque de Dios en mi vida desde la realidad que me ha tocado vivir pues he aprendido a reconocerlo en los pequeños detalles que me rodean y además he confirmado que debo estar atenta como Samuel porque él se manifiesta en muchos casos de la forma menos esperada.

Ciertamente la experiencia de misión ayuda a quitar muchas ideas superficiales de nuestra cabeza y empiezan a surgir las verdaderas, aquellas que empiezan a ser reales y con bases firmes.

Hoy, si tuviera que definir estos meses con algunas palabras, diría “CONFIANZA” y “ABANDONO”; CONFIANZA porque si no la tengo en Dios y en mi difícilmente la voy a encontrar en la comunidad o en otra persona y ABANDONO porque es así como Dios va moldeando mi vida y aunque sea doloroso este proceso es allí donde empieza a surgir el verdadero sentido del seguimiento a Jesús.

Por eso quiero alabar y bendecir a Dios por lo bueno que es conmigo, porque aunque en muchos momentos he sentido que me caigo, él se hace presente pues su amor es tan misericordioso que no mira nuestras faltas sino que nos mira como a las niñas de sus ojos y nos anima mediante las mediaciones que va colocando en la vida.

Doy gracias a Dios día a día por mi congregación, por su riqueza y por estos espacios que nos brinda la formación.

Gracias, Señor, porque todo sirve para el bien de los que te aman.

 

Wenderlyng Yennicol Reyes López/ Novicia Mar

 

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