Agradecida con mi Dios por esta oportunidad de experimentar una vez más su ternura y bondad en esta misión que acaba de empezar y que el ha colocado en mis manos.

Vuelvo a empezar en donde un día empezó toda mi historia. Encontrarme con rostros conocidos es una alegría porque me siento en casa; me conmueve la cercanía, sencillez, humildad y bondad de las personas.

En medio de la fragilidad y vulnerabilidad de niños y personas, Dios me invita a ser un signo de alegría y esperanza en medio de su realidad, su manera de vivir y plena confianza en Dios me da fuerzas para percibir la realidad con los ojos de él.

Compartir la vida y la misión con este pueblo queretano es una gracia que Dios me está permitiendo vivir y la cual estoy disfrutando, aprendiendo y mejorando en este camino; recibo más de lo que doy; esta forma de ser de las personas me ayuda a ser más humana y valorar las cosas por pequeñas que sean.

Cada día siento que me encuentro con tantos rostros que me manifiestan la misericordia de Dios, que se hace visible en la mirada de los pequeños, de los hijos de Dios y por quien él entregó su vida para que ellos vivan felices. Sólo me queda decir, gracias Señor por tanto que me das.

Santa Isabel, MAR