Patrona de la Orden

La Bienaventurada Virgen María es venerada como Madre de Consolación, porque a través de ella «Dios mandó al mundo al Consolador», Cristo Jesús. La participación en los dolores de la pasión de su Hijo y en las alegrías de su resurrección la ponen en condición de consolar a sus hijos en cualquier aflicción en que se encuentren. Después de la ascensión de Jesucristo, en unión con los apóstoles imploró con ardor y esperó con confianza al Espíritu Consolador. Ahora, elevada al cielo, «brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación» (LG 69). Al menos desde el siglo XVII, «Madre de Consolación» o «Madre de la Correa» es el título principal con que la Orden agustiniana honra a la Virgen. En 1439 obtuvo la facultad de erigir para los laicos la «Cofradía de la Correa». Una piadosa leyenda, nacida en el seno de la Orden, narraba que la Virgen se había aparecido a santa Mónica, afligida por la suerte de Agustín, consolándola y dándole una correa, la misma con que después se ciñeron Agustín y sus frailes. De ordinario, la iconografía representa a la Virgen y al Niño en el acto de entregar sendas correas, respectivamente, a santa Mónica y a san Agustín. En 1495 surgió en la iglesia agustiniana de Bolonia la «Cofradía de Santa María de la Consolación». En 1575 ambas cofradías se fusionaron en una única «Archicofradía de la Correa», a la que la Sede Apostólica enriqueció con abundancia de indulgencias.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1,39-47

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador.

Palabra del Señor

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lucas 1,39-47: Canta quien ha sido consolado

Y fuimos como consolados, es decir, nos alegramos como los que reciben consuelo. El consuelo se ofrece a los desgraciados, se consuela a los que gimen y lloran. ¿Por qué fuimos consolados? Porque aún gemimos. Gemimos en realidad, somos consolados en esperanza; cuando pase la realidad, llegará, procediendo del gemido, el gozo eterno, en donde no se necesitará consuelo, porque no nos afligirá desgracia alguna.

Luego, como éstos verdaderamente estaban consolados, como consolados se alegraban, es decir, su gozo era grande, como de consolados, consolando el que murió a los que habían de morir. Todos gemimos al morir; el que murió consoló para que no temiésemos morir. Él resucitó primero para que tuviésemos qué esperar. Al resucitar primero él, nos dio esperanza. Como nos hallábamos en la desgracia, fuimos consolados con la esperanza, y de aquí se originó un gran gozo.

El Señor nos libertó de la cautividad para que, a partir de la liberación, retengamos el camino y vayamos hacia la patria. Luego redimidos ya, no temamos en el camino a nuestros insidiantes enemigos, pues nos redimió para que no se atreva el enemigo a ponernos asechanzas, si no nos apartamos del camino, pues el mismo Cristo se hizo camino. ¿No quieres ser víctima de alguna emboscada de ladrones? El Señor te dice: «Te allané el camino que conduce a la patria; no te apartes del camino. Fortifiqué este camino para que el ladrón ni se atreva a acercarse a ti». Camina, pues, en Cristo y canta gozoso, canta como consolado, porque te precedió el que te mandó que le siguieses.

PRECES

La intercesión de María, que estuvo con Cristo al pie de la cruz, nos alcance que imitemos a su Hijo. Digamos juntos:

Señor, que tu Madre nos ayude.

Clementísimo Jesús, que nos amaste hasta el fin,

— haz que los que sienten la falta de amor en su vida, te encuentren y puedan disfrutar de la alegría de tu redención.


Salvador nuestro, que padeciste por nosotros,

— haz que todos los que sufren sepan padecer contigo, para que también contigo sean glorificados.

Señor, que te has compadecido de los hombres,

— haz que en las tribulaciones de nuestros hermanos percibamos tu voz, que nos llama a comprenderlas y compartirlas.


Salvador nuestro, que nos diste por madre a María,

— haz que siempre experimentemos en nosotros su amor maternal.

Padre nuestro…

Oración

Padre de las misericordias,
que por la bienaventurada Virgen María
enviaste al mundo el consuelo prometido por los profetas,
tu Hijo Jesucristo,
concédenos, por su intercesión,
que podamos recibir tus abundantes consolaciones
y compartirlas con los hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo…