+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

La imagen del centinela que encontramos en el profeta Ezequiel nos sugiere un hilo temático para las lecturas de este domingo. El centinela profético es el altavoz de Dios que avisa al pueblo para que no confunda su camino.

En el pasaje de Mateo, esa solicitud recae como tarea en la comunidad cristiana, en cuyo seno todos son corresponsables unos de los otros. Con el salmista pedimos al Señor que nos dé un oído dócil a estas voces que cuidan de nuestros pasos en el camino de la vida.

En la comunidad debe reinar la paz, bien porque no hay ofensas o porque se busca la reconciliación (14). Si un miembro de la comunidad cristiana se niega a reconciliarse será como un extraño a la comunidad y los responsables tienen el derecho de excluirlo mientras permanezca en esa actitud (cfr. 1 Cor 5,5s)

La referencia al perdón y a la reconciliación se completa con una instrucción sobre la oración comunitaria. La comunidad orante es un lugar privilegiado de la presencia de Jesús (cfr. 28,20) siempre que se den las condiciones y actitudes que Jesús señaló en la oración del Padrenuestro.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Mt 18, 15-20: ¿Acaso eres justo tú porque él calla?

Pero aún hay algo más grave: los hombres desprecian de tal modo esa medicina, que no sólo no perdonan cuando se les ofende, sino que tampoco quieren pedir perdón cuando son ellos los que pecan. Penetró la tentación, se coló la cólera. La ira dominó cuanto pudo de modo que no sólo se alborotó el corazón, sino que la misma lengua vomitó ultrajes y acusaciones graves. ¿No ves hasta dónde te arrastró? ¿No ves a dónde te precipitó? Al menos, corrígete, di: «obré mal; he pecado». Pues no morirás si lo dices.

No me creas a mí sino a Dios. ¿Qué soy yo? Soy un hombre, igual que vosotros, llevo la carne, soy un enfermo: creamos todos a Dios. Miraos a vosotros mismos. Cristo mismo, el Señor, dice: -miraos a vosotros mismos- si tu hermano peca, corrígele a solas. Si te escucha, has recuperado a tu hermano; si no te escucha, lleva contigo a otros dos o tres. En la boca de dos o tres testigos tendrá valor toda palabra. Si tampoco los escucha a ellos, adviértelo a la comunidad. Y si tampoco escucha a la comunidad, sea para ti como un pagano y un publicano. El pagano es un gentil, y gentil es aquel que no cree en Cristo. Si no escucha ni a la comunidad, dale por muerto.

Pero he aquí que vive, que entra en la iglesia, que hace la señal de la cruz, que se arrodilla, que ora y que se acerca al altar. A pesar de todo, tenlo por pagano y publicano. No hagas caso de esos falsos signos que da: es un muerto en vida. ¿De qué vive? ¿Cómo vive? Si yo dijera a alguno delante de vosotros: «tú hiciste esto», me responderá en seguida: «¿Tenía alguna importancia? Debía haberme amonestado en privado, debía haberme dicho en privado que he obrado mal, podía haber reconocido mi pecado en secreto. ¿Por qué me arguyes en público?»

Pero, si lo he hecho como tú indicas y no te has corregido, ¿qué tienes que oponer? ¿Qué puedes decir, si lo he hecho así, y tú sigues igual; si lo he hecho así y aún crees en tu interior que has obrado bien? ¿Acaso eres tú justo porque él calla? ¿Acaso no hiciste nada malo porque él no juzga de inmediato? ¿No temes: Te argüiré? ¿No temes: te pondré ante tu propia vista? ¿Sigues sin tener miedo? (…) Y aunque no nos sobrevenga la muerte repentina, lo cierto es que no podemos vivir por largo tiempo. La vida humana es breve; desde la infancia hasta la ancianidad.

Aunque Adán viviera todavía y debiera morir hoy, ¿qué hubiera ganado con haber vivido tanto? A todo esto se añade que el mismo día presente, aunque bullicioso por naturaleza, resulta incierto por una especie de enfermedad radical. A diario mueren hombres. Los vivos los llevan a enterrar, celebran sus funerales y se prometen a sí mismos una larga vida. Nadie dice: «Me corregiré, no sea que mañana esté yo como éste a quien hemos llevado al cementerio». A vosotros os agradan las palabras, pero yo busco los hechos. No me entristezcáis con vuestras costumbres perversas, ya que mi deleite en la vida presente no es otro que vuestra vida santa. Sermón 17, 6-7

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

– «Allí estoy yo en medio de ellos»; ¿Qué te parece más sobresaliente en el rostro de Jesús que nos propone hoy el evangelio?

– «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir. ..»: En la relación con Dios, la oración ocupa un lugar privilegiado. ¿Cómo debería ser nuestra oración, en cuanto comunidad de discípulos, a la luz del pasaje que hemos leído?

– «Ve y repréndelo a solas»: El evangelio habla de corrección fraterna, pero a veces nuestra corrección es más bien ‘fratricida». ¿Qué podríamos hacer para mejorar en la corrección mutua?

– «Habrás ganado a tu hermano»: ¿Soy consciente de la parte de responsabilidad que tengo en la vida de los que me rodean? ¿Qué me sugiere el evangelio de hoy en este sentido?

Ora con la frase: “Ayúdame Señor a aceptar con humildad la corrección”.

-¿Qué he descubierto de Dios y de mi en este momento de oración? ¿Con quien lo voy a compartir? 

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Señor, tú no te complaces en la muerte del pecador sino en que volvamos a ti y, para ello, te las ingenias para llamarnos la atención y cambiar el rumbo que nos saca del camino de la Salvación. Gracias Señor por ese rostro lleno de misericordia.

Tu quieres un Reino donde la fraternidad sea tan visible que el amor y el perdón sean el pan diario de cada día. Concédenos recibir tu perdón, ser humildes y vigilad en nuestra vida aquello que nos aparta de ti.

Tu nos haces responsables de la salud y la salvación de nuestros hermanos porque somos tu cuerpo, tus miembros, y hemos de cuidar los enfermos para que todo el cuerpo esté sano. Concédenos tu mirada, purificada por tu perdón, para que podamos dejarnos corregir y poder ayudar así a nuestros hermanos, mostrándoles nuestro amor a través de la corrección. Gracias Señor.

Oración colecta

Señor Dios, que nos has redimido para hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de Padre,
para que cuantos hemos creído en Cristo alcancemos la verdadera libertad y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.