Queridas hermanas y hermanos:

El acontecimiento que nos congrega en el día de hoy alrededor del altar es la despedida cristiana de nuestra hermana María Consuelo Arias Pérez, quien el día de ayer, 10 de julio, a las 2: 05 de la tarde, dio el paso definitivo para el encuentro con el Padre.

Es justo dar gracias al Dios de la vida de nuestra hermana, quien nació el 8 de enero de 1940 en la Provincia de León, en el hogar conformado por Atanasio Arias y Magdalena Pérez. Fue la sexta entre 7 hermanos: Teodoro, David, María Trinidad, Antonio, José Antonio, María Consuelo y María Carmen.

Sus hermanos David y José Antonio, ingresaron a la Orden de Agustinos Recoletos. Consuelo, desde pequeña manifiesta que le llamaba la atención la vida religiosa, conoció la congregación de Misioneras Agustinas Recoletas a través de sus hermanos.

Ingresó al postulantado el 8 de enero de 1958, inició el noviciado el 7 de octubre de 1958, primera profesión 8 de octubre de 1959 en Monteagudo. La profesión perpetua la celebró el 11 de octubre de 1964 en Bogotá.

La actividad apostólica por la que más se inclinó fue la educación, y en la que se destacó por tener carisma para ejercer esta misión; tenía gran capacidad de trabajo, le gustaba leer y escuchar música.

Su actividad misionera la realizó en Colombia (Bogotá, Restrepo) en España (Granada, Monteagudo, Zaragoza, Madrid, Arcos de Jalón, las Gabias) en  Argentina. Y en Venezuela ( en Maracaibo).

Asumió con responsabilidad y entrega todos los servicios que le fueron solicitados como ser superiora local en varias oportunidades, directora, ecónoma, maestra, catequista, consejera y vicaria provincial de la provincia Ntra. Sra. de la Consolación, consejera y vicaria general de la congregación.

Fue una persona interesada en su formación, creativa y de excelentes relaciones interpersonales, delicada, amable, detallista. Sus aportes en la animación de las celebraciones litúrgicas congregacionales eran especiales, por su profundidad espiritual.

Buscó y luchó por ser una persona centrada y convencida de su vocación, pedía a Dios le hiciera ver cuales eran los planes que Él tenía para ella.

Consuelo participó en grandes acontecimientos congregacionales y de la Orden. Damos gracias al Señor, por la vida de fraternidad que siempre valoró y agradeció; en la dimensión espiritual el Señor le dio talentos que puso al servicio del bien común, fortaleciéndola para permanecer fiel a la misión.

Al finalizar su servicio como primera consejera general en el año 2017, se manifestó el cáncer linfático que desde dicho año hasta el día de su muerte fue deteriorando su organismo. Antes de manifestarse el cáncer fue perdiendo audición, problema que le generó mucho sufrimiento ya que se le dificultaba la comunicación, agravado con la pérdida de memoria progresiva. 

Fue una hermana agradecida, paciente, no se le escuchó ninguna queja. Aún en la enfermedad no perdió la simpatía y esa chispa de gracia que la caracterizó de manera   especial.

En estos últimos meses vivió en silencio, elocuencia de Dios, en medio de este mundo guiado por los ruidos y la dispersión.

Los últimos días en los que se manifestó mayor sufrimiento y desasosiego, fue tratada con los cuidados paliativos ordenados por el médico y a las 2:00 p.m. del día 10 de julio acompañada por las hermanas de comunidad, descansó en la paz del Señor a los 81 años de edad y 61 de vida consagrada.

En los casi tres años que compartí con ella en la Fortuna me edificó su capacidad de entrega, sentido de responsabilidad y de pertenencia a la congregación, tan fuerte como la muerte y una  muerte al yo; proceso de anonadamiento en la que ella se ejercitó día a día, en la aceptación de la pérdida de sus facultades, pero muy consciente de su fe, pasando horas largas ante el Santísimo y llevando en su corazón los dolores de su familia, de la congregación y de la humanidad. Su sensibilidad ante las necesidades de los demás era exquisita, hasta el punto de estar siempre pendiente de los mínimos detalles para servir y agradar a las personas que le rodeaban. Su presencia en los actos comunitarios era fehaciente; sin escuchar nada, sin, a veces, saber donde estaba, tenía tal vivencia del  sentido comunitario que no lo perdió en ningún momento y gustaba tan solo de estar en compañía de las hermanas.

Alabamos al Señor por nuestra hermana, quien perseveró como consagrada Misionera Agustina Recoleta, viviendo totalmente identificada con el Maestro quien la transfiguró para vivir a plenitud su Pascua.