+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 7-13

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.

Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.

Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».

Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Los doce habían sido escogidos por Jesús “para que le acompañaran y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios” (3,14-15). Hasta ahora han estado a su lado, han sido sus compañeros; han escuchado su enseñanza en parábolas, han presenciado sus milagros; le han seguido y han aprendido de él. Ahora (6,7-13), Marcos nos muestra la otra dimensión del discípulo: la misionera. Jesús los envía, de dos en dos, en su lugar y con sus poderes.

Rechazado en su patria chica (6,1-6ª), menospreciado e incomprendido, Jesús no se milaña ni responde con el repliegue, sino que vuelve al camino: a la enseñanza y a la práctica. Y mientras ofrece a los alejados cuanto despreciaron sus paisanos, toma una nueva y decisiva iniciativa: enviar a los Doce en su lugar y con sus poderes. A la cerrazón de sus compatriotas responde Jesús asociando a su quehacer personal a cuantos con él conviven. No se deja vencer por el fracaso: amplía su práctica multiplicando por doce sus esfuerzos y su entrega a la misión. Para los discípulos, esta iniciativa de Jesús representa un avance en su proceso de seguimiento y en su forma de trabajar por el Reino.

Para describir la misión de los discípulos Marcos usa las mismas palabras que utiliza para describir la misión de Jesús: “predicaban la conversión, expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (vv12-13). La misión de los discípulos nace, pues, dentro de la misión de Jesús, prolongándola, y encuentra en ella su origen, motivación y modelo.

La misión supone en el discípulo una triple conciencia:

-conciencia de ser enviado, esto es, de ser intermediario entre Jesús y la gente, de ser responsable de una actividad querida por otro, de estar llamado a un proyecto que se le ofrece como promesa y gracia;

-conciencia de salir de sí mismo y de ir a otro sitio, a lugares nuevos, de estar continuamente de viaje, de no tener patria ni pueblo propio, de ser de todos y de nadie;

-conciencia de poseer un mensaje nuevo y alegre que comunicar a los demás; de tener poder sobre los espíritus inmundos, que hoy serían las fuerzas y estructuras deshumanizantes que nos dominan y someten. Pero lo importante no es lo que tenemos, sino lo que llevamos, a saber, una misión con medios pobres (pero profundamente enriquecedora) y vitalmente gozosa (aunque aparentemente dura).

El escaso entusiasmo misionero de muchas comunidades cristianas, ¿no dependerá de que se creen dueñas del evangelio y de su negativa a vivir conforme a la normativa evangélica? Aunque resulte llamativo y hasta cierto punto poco razonable, el testimonio de pobreza evangélica y su exigencia de desprendimiento radical es algo irrenunciable para el enviado. (Ulibarri, F).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Marcos 6, 7-13: No porque él quedó vacío perdiste tú la recompensa

(…) Pero, dado que hablamos del camino, comportémonos como si fuéramos de camino: los más rápidos, esperad a los más lentos y caminad todos a la par. ¿Qué he dicho, pues? Quien saluda en el camino saluda ocasionalmente, pues no se dirigía hacia el que de hecho saluda. Traía una cosa entre manos, pero le salió al paso otra. Se dirigía a hacer una cosa y se le cruzó otro quehacer. ¿Qué es, por tanto, saludar ocasionalmente? Anunciar la salud por oportunismo. Pero ¿qué otra cosa es anunciar la salud, sino predicar el Evangelio? Luego si lo predicas, hazlo por amor, no por oportunismo. Hay, en efecto, hombres que anuncian el Evangelio buscando otra cosa. De ellos dice el Apóstol lamentándose: Todos buscan su propio interés, no el de Jesucristo. También estos saludaban, es decir, anunciaban la salud, predicaban el Evangelio, pero buscaban otra cosa, y a eso se llama saludar por oportunismo. ¿Y qué es esto? Si eres así, seas quien seas, lo haces; más aún, tú que lo haces, si eres así, más que hacerlo tú, se hace en ti. Pues quienquiera que seas tú que te comportas así, no eres igual a ellos, sino que tal vez ese tal es algún otro.

(…) Los apóstoles de Cristo, los predicadores del Evangelio, los que no saludan en el camino, es decir, los que no buscan otra cosa, sino que anuncian el Evangelio movidos por el doble amor, vengan a la casa y digan: Paz a esta casa. Estos no lo dicen solo de boca; vierten aquello de que están llenos. Predican y poseen la paz. No son de los que se dijo: Paz, paz, y no hay paz. ¿Qué significa: Paz, paz, ¿y no hay paz? La predican, pero no la poseen; la alaban, pero no la aman; dicen, pero no hacen. Con todo, tú recibe la paz, ya anuncien a Cristo por oportunismo, ya por servir a la verdad. Por tanto, cuando quien está lleno de paz saluda diciendo: Paz a esta casa, si hay en ella algún hijo de la paz, descansará sobre él su paz; si, al contrario, no se halla allí un hijo de la paz, nada perdió quien saludó: Volverá —dice— a vosotros. Vuelve a ti la paz que no se apartó de ti. Pues esto es lo que quiso decir: «A ti te aprovecha el haberla anunciado; al que no la acogió, de nada le sirvió. No porque él quedó vacío perdiste tú la recompensa. A ti se te paga según tu buena voluntad; se te paga según el amor que pusiste. Te paga quien te dio seguridad por la voz del ángel: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Sermón 101, 9-11

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Escuchar. Hay textos evangélicos que conviene escucharlos no una vez sino varias. Éste es uno de ellos. Las palabras de Jesús son claras y directas. Pueden modelar y orientar mi camino, mi vocación, mi proyecto, mi vida y todo mi ser. Orar es escuchar; acoger, dejarse tocar por la palabra de Dios que siempre es buena noticia, aunque nos descoloque, o nos despierte, o nos despoje, o nos lance fuera de nosotros mismos.

Soy escogido y enviado. Tomo conciencia de ello. Yo, tal cual soy, con mis miedos y fracasos, con mis fuerzas e ilusiones, soy elegido y enviado. No he dado yo el primer paso. Ha sido él quien se ha fijado en mí, me ha mirado, me ha llamado, me ha ofrecido un proyecto, me ha enviado, me ha amado y sigue amando. Orar es tomar conciencia de que la iniciativa en esto de ser cristiano y vivir el evangelio para de Dios, no de mí. 

Es pobreza. He aquí algo sorprendente, algo que choca con esta sociedad y su cultura. Evangelizar en pobreza, anunciar y vivir el evangelio en pobreza, ser discípulos en pobreza…Para vivir el evangelio en pobreza, ser discípulos en pobreza…Para ello es necesario pararse, ver qué llevo encima y qué anhelo, ver qué es lo que dobla mis espaldas, ver si ando ligero de equipaje o si hay “insoportables levedades” que me hunden. Orar es discernir; decidirse, despojarse, respirar el aire liberador de lo que aparentemente, muchas veces, se ve como ley y norma.

Tomar conciencia de misión. Anuncio y doy algo que no me pertenece: la conversión, el cambio de vida, la salud de cuerpo y espíritu, dignidad, alegría, identidad…Ser discípulo es ofrecer todo eso, sobre todo, a los que todavía sufren el maltrato de la vida y de la cultura. Es ser continuador de la obra de Jesús. Y orar es sentirse emocionado ante esa misión y pedir confianza, audacia, esperanza, amor, constancia.

Saber dónde estoy. Porque no da lo mismo quedarse en un sitio que en otro, en la periferia o en el centro, dentro o fuera, donde surge de continuo el conflicto o donde hay murallas levantadas. Donde aún haya enfermos que sanar, personas que liberar, vidas que proteger, hombres y mujeres que reconciliar, gente que evangelizar, allí tiene su hogar el enviado de Jesús. Y desde allí podrá levantar, en verdad y libertad, su plegaria a Dios. Hacerlo desde otro lugar sería jugar al desconcierto, y no tendría mucho sentido.

¿QUÉ ME HACE DECIR A MI EL TEXTO?

Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. / Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. / Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada. / Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas. / Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. /Para venir a poseer lo que no posees, has de ir por donde no posees. / Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.
San Juan de la Cruz

Oración

Señor Dios, que iluminas a los extraviados con la luz de tu verdad,
para que puedan volver al buen camino;
danos, a quienes hacemos profesión de cristianos,
la gracia de rechazar todo lo que se opone a este nombre
y comprometernos con todas sus exigencias.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.