Son muchas las maravillas de Dios en nuestras vidas; Dios no se cansa de regalarnos cosas: el aire, el frío, el calor, la lluvia, la naturaleza, el sol, la luna, las estrellas, la noche y el día; bueno una infinidad de cosas, pero desde que llegué a la congregación, vengo dando gracias a Dios por la comunidad, por la fraternidad que Él me regala, y voy encontrando sus señales.

Mis hermanas de diversas nacionalidades, culturas, lenguas, valores, maneras, color, edad, pero con un mismo objetivo: el seguimiento de Cristo en la vida comunitaria y en los hermanos. Verlas a ellas es como ver el propio Cristo. Para mí es un regalo grandísimo de Dios poder aprender de ellas, convivir, con ellas, caminar hacía el Señor con ellas, con una sola alma y un solo corazón orientados hacía Dios.

Gracias Señor por sus vidas, sus historias, gracias porque supieron escuchar tu voz y así estamos aquí construyendo fraternidad e historia de salvación. Gracias también por la nueva comunidad de la que hago parte actualmente, la comunidad del noviciado, que seamos una en tu amor.

Una comunidad que nos acogió con mucho amor y con algo que para mí sé destacó mucho que fue la alegría; la alegría en está comunidad es contagiosa, es calentadora, es abundante, es la verdadera alegría del Evangelio; mujeres consagradas que donan sus vidas por el Reino de Dios, gozan de lo sagrado de la relación íntima con el Señor; no somos mujeres aburridas, somos mujeres felices porque intentamos día a día responder la llamada de Dios y vivir unidas a él.

Que muchas otras personas puedan sentir lo que yo sentí al llegar a esta comunidad. Ya llevamos una semana y continúa la alegría de ser en Cristo de vivir para él. Me ánima y continúa animándome e invitándome a anunciar está alegría de la vida consagrada y la vida MAR. Éstos son los regalos de Dios en mi vida éstos días, su mirada de amor para que yo no me olvidé a que estoy llamada y con cuánto  entusiasmo debo vivir y anunciar.

Camila Souza da Silva

Postulante MAR