Comienzo compartiendo esta experiencia con mucha alegría y también como dice San Pablo “con temor y temblor” porque fui agraciada, afortunada y bendecida al poder participar del encuentro de toda la Iglesia con Cristo, con María y el con el Papa Francisco. Digo que fue el encuentro de TODOS, no solo el encuentro de los jóvenes, aunque éramos muchos (la mayoría), pero me impresionaba ver a las personas mayores, de mediana edad, familias enteras, personas con discapacidad y niños, todos viviendo con gran fe y emotividad los días de la jornada.

Creo que cada día es una nueva oportunidad para volver a pasar por el corazón “algo” de todo lo vivido en Portugal y aunque quisiera narrar tantas experiencias, tantos detalles, nombrar a tantas personas, me detengo solo en algunos momentos que han quedado en mi corazón:

Nuestro grupo de peregrinos estaba conformado por 18 personas, éramos una comunidad bastante diversa y no todos nos habíamos visto antes, ni mucho menos nos conocíamos personalmente, pero nos unía la fe en Cristo y la convicción de vivir con intensidad la JMJ, creo que eso ya era un anticipo de lo que estaba por vivirse en el gran encuentro.

El 31 de julio sobre el medio día llegamos a Setúbal (Diócesis que nos recibió), sin embargo, hicimos el registro en la Iglesia San Sebastián, como comunidad nos dispusimos a realizar una caminata que nos llevó a la escuela de secundaria Bella Vista en la que nos hospedamos, fue una oportunidad para adentrarnos en la experiencia de peregrinaje, con nuestras mochilas cargadas y nuestro corazón lleno ilusiones comenzamos a ver y a descubrir en el compañero que iba a nuestro lado que nuestro viaje ya comenzaba a tener rostros y nombres concretos, historias de vida…

Hubo días difíciles en donde no faltaban los contratiempos por el trasporte, la salud, la comida, pero todo lo logramos superar en unidad, dialogo y ayuda mutua y siempre eran muy oportunas las palabras del Papa Francisco en sus reflexiones, especialmente en la Vigilia del sábado 5 de agosto: “Yo los dejo con esta idea, no más. Caminar. Y si uno se cae, levantarse, caminar con una meta, entrenarse todos los días en la vida. En la vida nada es gratis, todo se paga. Solo hay una cosa gratis, el amor de Jesús. Entonces con esto gratis que tenemos, el amor de Jesús y con las ganas de caminar, caminemos en la esperanza, miremos nuestras raíces. Sin miedo, ¡no tengan miedo!”. El Papa nos ha dejado una verdadera herencia de discipulado en estos días.

Una de las experiencias más gratificantes y que nos llenaron de alegría, fue, sin duda, estar en las calles inundadas de peregrinos, cantando, bailando, conversando, chocando las manos, intercambiando detalles, ¡era la Iglesia viva, la Iglesia misionera, la Iglesia en salida, la Iglesia que todos estamos llamados a seguir construyendo!.

Agracemos de corazón el cariño y dedicación de los voluntarios, especialmente de los que nos acompañaron en la escuela Bella Vista (Setúbal), cada uno de ellos con sus atenciones, cuidado y fraternidad nos hicieron sentir en casa, en familia, Dios los siga bendiciendo ¡OBRIGADO!

Hna. Diana Gómez, Misionera Agustina Recoleta.