El salir de misión me ha llenado de experiencias que le han dado gran valor a mi formación, empezando con la alegría de llegar a la comunidad y que niños y adultos estuvieran esperando y mirar en sus rostros la alegría de que los misioneros llegáramos, y el sentirme tan acogida por personas a las cuales no conocía antes, me enseñó que verdaderamente todos somos Iglesia, hijos del mismo Padre.

Otra imagen que guardo en mi memoria y corazón es la de las personas sencillas que me enseñaron que para acercarse a Dios solo hace tanta falta un corazón humilde; sus actos de  piedad me hacían mirar esa fe de los sencillos que se acercan a Dios y le ofrecen todo aquello que tienen y a pesar de tener carencias agradecen porque saben que en Dios tienen una gran riqueza.

La alegría de los niños me permitió mirar el porqué de las palabras de Jesús:

«Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.» Pues eran los niños los primeros en llegar y desde los más chiquitos hasta los mayorcitos prestaban mucha atención a las charlas, su energía y alegría para jugar motivaba a todos los misioneros y aunque en ocasiones el cansancio nos hacía desear sentarnos, las ganas de seguir compartiendo con ellos nos hacían levantarnos.

Por todo esto puedo decir que lo que encontré fue la presencia de Jesús en cada una de las personas que conocí en la montaña de Pinal de Amoles en la sierra de Querétaro.

María Gisela Sánchez López

Pre-Novicia, MAR