“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18,1-8.

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

-Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó; pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.»

Y el Señor respondió:

-Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

 

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

COMENTARIO

La parábola encaja muy bien en la situación de aquellos tiempos en los que la viuda realmente era el prototipo de una existencia en soledad y desamparo, y en los que abundaba la siniestra figura del juez venal. En /Ex/22/22-24 se dice que Dios escucha el clamor de las viudas y sale en su defensa contra los que abusan de ellas; los profetas denunciaron frecuentemente la corrupción de la justicia (cf. Am 5. 7/10-12). Esa viuda de la parábola no tiene en principio posibilidad alguna de ser escuchada por el juez injusto, pero insiste hasta que el juez cede, aunque no sea más que para desembarazarse de ella. Es importante hacer notar que lo que pide esta viuda es justicia. También la oración de los elegidos de Dios es una oración para pedir a gritos, día y noche, justicia.

Si un juez inicuo no puede resistir la demanda insistente de una viuda desamparada, con mayor razón Dios, que es bueno, escuchará a los elegidos que le piden justicia. Ahora bien, no se puede pedir insistentemente justicia a Dios si no se lucha igualmente con insistencia para establecer entre los hombres la justicia.

Una vida de oración sólo es posible cuando hay fe. Con su pregunta abierta, Jesús nos amonesta para que mantengamos la fe hasta el último día. Entonces, en el día del Señor, comprenderemos que Dios no es un sordomudo ante los gritos de los justos que le piden justicia, comprenderemos que si ahora calla es tan sólo porque nos escucha y espera darnos al fin la respuesta definitiva. Mientras tanto, la lucha que los hombres fieles mantienen sin descanso por una mayor justicia en el mundo es en cierto sentido una respuesta de Dios. EUCARISTÍA 1989/48

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 18, 1-8: No puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua

La lectura del santo Evangelio nos impulsa a orar y a creer y a no presumir de nosotros, sino del Señor. ¿Qué mejor exhortación a la oración que el que se nos haya propuesto esta parábola sobre el juez inicuo? En efecto, un juez inicuo, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres, vencido por el hastío, no movido por amor a la persona, escuchó a una viuda que le importunaba. Si, pues, escuchó quien no soportaba que se le suplicase, ¿cómo escucha quien nos exhorta a rogar? Una vez que, mediante esta comparación como argumento por contraste, el Señor nos ha persuadido de que es preciso orar siempre y no desfallecer, añadió lo siguiente: Sin embargo, ¿crees que, cuando venga el Hijo del hombre, encontrará fe en la tierra? Si la fe flaquea, la oración desaparece. Pues ¿quién suplica algo en lo que no cree? Por esto, el bienaventurado Apóstol, exhortando a orar, dice: Todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo.

Y para mostrar que la fe es la fuente de la oración y que no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua, añadió: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? Creamos, pues, para poder orar. Y para que no decaiga la fe mediante la cual oramos, oremos. De la fe fluye la oración; y la oración que fluye obtiene firmeza para la misma fe. De la fe —repito— fluye la oración; y la oración que fluye obtiene firmeza para la misma fe. Precisamente para que la fe no decayera en medio de las tentaciones, dijo el Señor: Vigilad y orad para no caer en tentación. Vigilad —dice— y orad para no caer en tentación. ¿Qué es caer en tentación sino salirse de la fe? En tanto avanza la tentación en cuanto decae la fe y en tanto decae la tentación en cuanto avanza la fe. Mas para que Vuestra Caridad vea más claramente que el Señor dijo: Vigilad y orad para no caer en tentación, refiriéndose a la fe, con vistas a que no decayese ni desapareciese, dice el Señor en el mismo pasaje del Evangelio: Esta noche ha pedido Satanás cribaros como trigo; yo he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no decaiga. ¿Ruega quien defiende, y no ruega quien se halla en peligro?

Las palabras del Señor: ¿Creéis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe en la tierra? se refieren a la fe perfecta. Esta apenas se encuentra en la tierra. Ved que la Iglesia de Dios está llena de gente; si no existiese fe ninguna, ¿quién se acercaría a ella? ¿Quién no trasladaría los montes si la fe fuese plena? Fijaos en los apóstoles mismos: no hubiesen seguido al Señor, tras haber abandonado todo y pisoteado toda esperanza humana, si no hubiesen poseído una gran fe. Por otra parte, si hubiesen tenido una fe plena, no le habrían dicho: Auméntanos la fe. Piensa también en el otro que confesaba respecto de sí mismo una y otra cosa; advierte que tenía fe, pero no plena. Habiendo presentado a su hijo al Señor para que se lo sanase librándolo de un demonio malo, al ser interrogado si creía, contestó afirmando: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. Creo —dijo—; creo, Señor: luego existe la fe. Pero ayuda mi incredulidad: luego no es plena su fe. Sermón 115,1.

 

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

-En qué ocasiones de tu vida has llegado a creer que Dios te escucha cuando oras?

-Si la viuda de la parábola fue escuchada por su insistencia, ¿cómo debe ser tu oración?

-Por qué crees que la oración brota de la fe?

-Qué características debe tener la oración del discípulo-misionero?

 

¿QUÉ ME HACE DECIRLE EL TEXTO A DIOS?

Oímos al testigo y expresamos nuestro compromiso:

“Al llegar a quitarme las fatales botas “nuevas” (después de 28 kilómetros de recorrido) la planta de los pies era una ampolla enorme y repartía en profusión ramalazos casi negros. estoy contenta de haber ido yo, de haberme cansado yo y de haberla bautizado (a una ancianita). ciertamente deberá su salvación a un alma que no ha venido a china… más para bautizarla, él ha querido servirse de mí. ¿Bendito sea! ¿Qué feliz me siento de ser misionera entre los chinos… (M. Ángeles).”

Oración

Dios todopoderoso y eterno,

concédenos permanecer fieles a tu santa voluntad

y servirte con un corazón sincero.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios por los siglos de los siglos.