«Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?…» Oración inicial

1. Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

  1. Mateo 18,15-20

15 «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos.17 Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
18 «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
19 «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

a) Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mateo 18;15-16: Corregir al hermano y restablecer la unidad
Mateo 18,17: Quien no escucha a la comunidad se autoexcluye
Mateo 18,18: La decisión tomada en la tierra es aceptada en el cielo
Mateo 18,19: La oración en común por el hermano que sale de la comunidad
Mateo 18,20: La presencia de Jesús en la comunidad

b) Comentario del texto:

Mateo 18,15-16: Corregir al hermano y reconstruir la unidad.
Jesús traza normas sencillas y concretas para indicar cómo proceder en caso de conflicto en la comunidad. Si un hermano o hermana pecan, o sea, si tienen un comportamiento en desacuerdo con la vida de la comunidad, tú no debes denunciarlo públicamente delante de la comunidad. Antes debes hablar a solas con él. Trata de saber los motivos de obrar del otro. Si no obtienes ningún resultado, convoca a dos o tres de la comunidad para ver si se obtiene algún resultado. Mateo escribe su evangelio alrededor de los años 80 o 90, casi a finales del primer siglo, para las comunidades de judíos convertidos, provenientes de Galilea y de Siria. Si recuerda con tanta insistencia estas frases de Jesús, es porque, de hecho, en aquellas comunidades había una gran división en torno a la aceptación de Jesús Mesías. Muchas familias estaban divididas y eran perseguidas por sus mismos parientes que no aceptaban a Jesús, como Mesías (Mt 10,21.35-36.

Mateo 18,17: Quien no escucha a la comunidad se autoexcluye
En último caso, agotadas todas las posibilidades, el hecho del hermano reticente se necesita exponerlo a la comunidad. Y si la persona no quisiese escuchar el consejo de la comunidad, entonces que sea por ti considerado “como un publicano o un pagano”, o sea, como una persona que no pertenece a la comunidad y mucho menos que quiera formar parte de ella. Por tanto, no eres tú el que lo estás excluyendo, sino que es ella misma la que se excluye de la convivencia comunitaria.

Mateo 18,18: La decisión tomada en la tierra es aceptada en el cielo
En Mateo 16,19, el poder de perdonar se le da a Pedro; en Jn 20,23, este mismo poder se le da a los Apóstoles. Ahora, en este texto, el poder de perdonar se le da a la comunidad: “todo lo que atéis sobre la tierra será atado en el cielo y todo lo que desatéis en la tierra será desatado también en el cielo”. Aquí aparece la importancia de la reconciliación y la enorme responsabilidad de la comunidad en su modo de tratar a sus miembros. No excomulga a la persona, sino sencillamente ratifica la exclusión que la persona misma había tomado públicamente saliendo de la comunidad.

Mateo 18,19: La oración en común por el hermano que sale de la comunidad
Esta exclusión no significa que la persona sea abandonada a su propia suerte. ¡Al contrario! Puede estar separada de la comunidad, pero no estará separada de Dios. Por esto, si la conversación en la comunidad no da ningún resultado y si la persona no quiere ya integrarse en la vida de la comunidad, continuamos teniendo la obligación de rogar juntos al Padre para obtener la reconciliación. Jesús garantiza que el Padre escuchará.

Mateo 18,20: La presencia de Jesús en la comunidad
El motivo de la certeza de ser escuchado es la promesa de Jesús: “Allí donde dos o tres están reunidos en mi nombre, estoy yo en medio de ellos”. Jesús dice que Él es el centro, el eje de la comunidad, y como tal, junto a la comunidad ora al Padre, para que conceda el don del retorno al hermano que se ha excluido.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Mt 18,15-20: ¿Acaso eres justo tú porque él calla?

Hay algo realmente grave. Los hombres desprecian de tal modo la medicina del perdón, que no sólo no perdonan cuando se les ofende, sino que tampoco quieren pedirlo cuando ellos pecan. Penetró la tentación y se apoderó la ira de ellos. De tal manera les dominó el deseo de venganza, que no sólo se apoderó de su corazón, sino que hasta la lengua vomitó ultrajes y crímenes… ¿No ves hasta dónde te arrastró, a dónde te precipitó? Adviértelo y corrígete. Confiesa: «Hice mal»; confiesa: «Pequé». Si confiesas tu pecado, no morirás; sí, si no lo confiesas. Cree a Dios, no a mí. ¿Qué soy yo? Soy un hombre, hermano vuestro, soy un enfermo y soporto la carne: todos debemos creer a Dios. Miraos a vosotros mismos. El mismo Cristo dice: Si peca tu hermano, corrígele a solas. Si no te escucha, lleva contigo a otros dos o tres. En la boca de dos o tres testigos estriba la verdad de toda palabra. Si tampoco les oye a ellos, avisa a la comunidad. Y si tampoco escucha a la comunidad, sea para ti como un pagano y publicano (Mt 18,15-17). El pagano es un gentil; y gentil es aquel que no cree en Cristo. Si no escucha a la comunidad, dale por muerto.

(…) «El juicio está lejano», dices. ¿Quién te ha dicho que lo está? ¿Acaso porque esté lejano el día del juicio está lejano también tu propio juicio? ¿Cómo sabes cuándo ha de llegar? ¿No se echaron muchos a dormir y no se levantaron jamás? ¿No llevamos en nuestra propia carne la misma muerte? El vidrio, aunque frágil, dura mucho tiempo si se le trata con cuidado; y de esa manera encuentras copas de abuelos y bisabuelos, en las que aún beben nietos y bisnietos. Tan gran fragilidad, cuidada, ha llegado a ser añosa. Nosotros; por el contrario, somos hombres y estamos expuestos a innumerables peligros cotidianos.

Sermón 17,6-7

  1. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
  2. a) ¿Qué parte del texto te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
    b) ¿Cuáles son los consejos que Jesús nos da para ayudar a las personas a resolver los problemas de la comunidad y reconciliarse entre ellos?
    c) ¿Cuál es la exigencia fundamental que surge de estos consejos de Jesús?
    d) En Mateo 16,19, el poder de perdonar viene dado a Pedro; en Jn 20,23 este mismo poder se le da a los Apóstoles. Aquí, el poder de perdonar se confiere a la Comunidad. Nuestra comunidad, ¿cómo usa este poder de perdonar que Jesús le confiere?
    e) Jesús ha dicho: “Donde dos o tres está reunidos en mi nombre, estoy yo en medio de ellos”. ¿Qué significa esto para nosotros hoy?
    Para aquéllos que desean profundizar aun más en el texto
  3. Oración: Salmo 32

La confesión libera del pecado

¡Dichoso al que perdonan su culpa
y queda cubierto su pecado!
Dichoso el hombre a quien Yahvé
 no le imputa delito,
 y no hay fraude en su interior.

Guardaba silencio y se consumía mi cuerpo,
cansado de gemir todo el día,
pues descargabas día y noche
tu mano sobre mí;
mi corazón cambiaba como un campo
que sufre los ardores del estío.

Reconocí mi pecado
y no te oculté mi culpa;
me dije: «Confesaré
a Yahvé mis rebeldías».
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.

Por eso, quien te ama te suplica
llegada la hora de la angustia.
Y aunque aguas caudalosas se desborden
jamás le alcanzarán.
Tú eres mi cobijo,
me guardas de la angustia,
me rodeas para salvarme.

«Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
sin quitarte los ojos de encima, seré tu consejero».
No seas lo mismo que caballo o mulo sin sentido,
 rienda y freno hacen falta para domar su brío.

Copiosas son las penas del malvado,
mas a quien confía en Yahvé lo protege su amor.
¡Alegraos en Yahvé, justos, exultad,
gritad de gozo los de recto corazón!

Tomado de la página web de los Carmelitas