Dios es el que llama, el que ama y es nuestro mayor regalo. Él es quien llena el corazón, es el motivo y causa de toda decisión, es la experiencia de amor que nos transforma e impulsa a toma una decisión.

 Motivadas por este amor fue que tomamos la decisión de entrar al noviciado, con la certeza que Dios es nuestro mayor regalo en medio de los pequeños regalos, y las pequeñas pruebas de amor que él nos da en la vida, su presencia y su aliento.

La relación y la unión con el Señor son la fortaleza en las debilidades, son el calor que calienta la noche fría de nuestras vidas, la luz que ilumina nuestras tinieblas, la paz y la tranquilidad de corazón: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti (conf 1, 1) ”.

Dios Padre, el mejor de los padres, ha hecho un regalo a la humanidad. No es indiferente a sus criaturas, sino que nos mima con cariño, con el mismo cariño que anima a una madre hacia su bebé de pocos meses.

Dios hace todo a lo grande, y también sus regalos siempre son a lo grande. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo. Dios no nos hace un regalito sin importancia, simbólico, para salir al paso; no. Dios nos da el mayor regalo que tiene a su alcance: a su propio hijo. Sabía que esto suponía un sacrificio para Jesús, verdadero Dios, que se rebaja a hacerse hombre, pero ama tanto a sus criaturas que les entrega todo, TODO.

Camila Souza

Novicia MAR