Hoy les quiero compartir mi experiencia estudiando las confesiones de San Agustín, en el curso que ofrecieron los Frailes Agustinos Recoletos, en el cual, Fray Enrique Eguiarte, nos fue explicando libro por libro, el contexto, lo que estaba viviendo en ese momento Agustín, y como a lo largo de toda la obra, él iba dejando ver su proceso de conversión y el amor ardiente que llegó a tener por Dios.

En este curso lo que más me conmovió fue la conversión: Para mí la conversión es un proceso que se va dando paulatinamente, como nos lo narra San Agustín; en el libro ocho nos narra su conversión hacia Dios. Pero fueron varias conversiones que se fueron dando según vemos en los siete libros anteriores, ya que tenía la inquietud de encontrar la verdad. Aunque lo que él creía que había encontrado, le daba cierta felicidad, ésta se acababa, y se quedaba con ese vacío tan profundo de no encontrar la verdad y la verdadera felicidad, ya que iba buscando equivocadamente y creía que todo lo que estaba fuera era la verdad.

Para la verdadera conversión San Agustín necesitaba acallar su soberbia, sus pensamientos y los ruidos externos, para poder escuchar esa voz que le decía Tolle Lege, y después poder saber lo que Dios quería de él.

La conversión en el libro de Las Confesiones me invita a escuchar, silenciando todo el ruido interno y externo, para poder encontrar al maestro interior que está dentro de mí.  Y lo mismo que le pasó a San Agustín, de buscar equivocadamente, me puede pasar a mí, si no entro en mi hasta lo más profundo para encontrar la verdad, y de esta manera la feliz eternidad.

Por este motivo en la pintura que presento, quise plasmar lo ya mencionado anteriormente:

Escogí por escenario un bosque con montañas, porque reflexionaba cómo en nuestro proceso de conversión y encuentro con la verdad, nos sentimos como en un bosque grandísimo y que estamos perdidos, hasta que encontramos la luz: Dios. Y en este escenario hago un retrato de tres San Agustín, representando algunas de sus experiencias narradas en el libro. El primero tiene la cara más separada, porque estaba lejos de la verdad que es Jesús y la buscaba fuera de sí mismo. El fondo es más obscuro ya que en ese momento estaba envuelto en tinieblas.

En el segundo la cara ya está un poco más cerca porque para ese momento ya ha tenido varias conversiones, aunque equivocadamente piensa que está cerca de la verdad. El fondo es un poco más claro porque va encontrando varias luces que lo van orientando hacia la verdadera luz.

En el tercero la cara está completa porque fue su conversión definitiva hacia Dios, y el encuentro consigo mismo, regresando al corazón y encontrando a la Verdad que es Jesús. En sus manos tiene las confesiones que es donde narra todo su proceso de conversión y de búsqueda de la verdad. Aquí el fondo es completamente claro y colorido ya que en su interior encontró la luz.

 Yessica Victoria, MAR