El canto es una de las más bellas expresiones del ser humano, en él se queda implícito los sentimientos, experiencias vividas, nombres, rostros, decisiones y muchas cosas que uno mismo a veces no logra decírselo en palabras. Dios está presente ahí también, en la música, en el canto. Por ello, clamamos a Dios, pedimos perdón, expresamos nuestro amor, pedimos su gracia, recordamos su actuar en nuestras vidas, recordamos y proclamamos o cuán bueno es el Señor para con nosotros.

En el noviciado, tenemos clases de canto, lo que nos ayuda mucho, pues podemos cantar en la misa, en misiones, además de expresar nuestro cariño por alguien, como lo hacemos en las serenatas de cumpleaños. También nos ayuda en la oración: ayuda a concentrar, a contemplar, meditar, adorar.

La fe puede llegar al corazón de muchos por medio del canto, pero un canto vivido. Si amo al Señor, quiero cantar que amo al Señor, es como un grito del alma que sale por la garganta y cuando hecho con verdad, alcanza la vida y la historia de uno mismo y de los demás. Mi vivencia con la música está muy ligada a mi vivencia con Dios, a mi historia personal. Es un verdadero regalo de Dios, que podamos cantar la fe, y hacer con que otros también la canten.

Eduarda Bento Ramos, NOVICIA MAR