MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETAS

Un año más comienza el campamento que tanto hemos esperado. En esta primera quincena de julio volvemos a juntarnos todos para convivir durante diez días. El primero es día de viaje. Salimos desde Granada, paramos en Jaén, en Madrid y por último en nuestro destino: Monteagudo, Navarra. El viaje es largo, para algunos incluso pesado, pero no importa, volvemos a ver a gente que hace un año que no vemos, tenemos una nueva oportunidad para compartir buenos momentos, para reír, pasarlo bien y aprender con todos nuestros amigos. Una vez allí, tiene lugar la primera velada que todos los monitores la hemos preparado con mucha ilusión. Cuando acaba los chicos sonríen, han disfrutado, y los monitores también. Después, repartimos los grupos y se asignan las tareas a cada monitor. Ahora toca descansar para dar lo mejor de nosotros en estos próximos días. Ha sido un día de reencuentros, de besos, abrazos y mucha emoción. Un año más, empieza el verano. Un año más, comienza el campamento que tanto hemos esperado.

 

Al día siguiente, ya se establece la «rutina»: desayuno, limpieza del campamento, oración de la mañana, grupos de catequesis, talleres, comida, descanso, rato de piscina, preparación de la eucaristía, eucaristía, cena y velada. Todos los días seguimos este orden de actividades, todos los días son iguales, y a la vez todos son distintos.

 

Este año el tema sobre el que han girado las catequesis ha sido el Amor. El Amor de la familia, de los amigos, de Dios. A través de las dinámicas y las palabras de los monitores, los chicos van comprendiendo poco a poco las distintas facetas del amor. La intención es que al final del campamento hayan entendido que el amor es lo más importante de la vida. Hemos aprendido que el amor es lo que no pasa, lo que permanece, que es gratuito y desinteresado, que aunque a veces no nos acordemos tenemos a muchas personas que nos quieren y nos lo demuestran, que es lo que da sentido a la vida y que hay que vivirla desde el amor, porque es el único camino seguro. Hemos aprendido todos, los niños de los monitores y los monitores de los niños, y hemos tenido ratos de reflexión muy enriquecedores que nos han hecho crecer como personas. Ha sido una buena oportunidad para conocer distintas experiencias y formas de vivir el amor, y todas nos han enseñado algo bueno.

 

En los talleres íbamos rotando por grupos entre tres actividades diferentes, para hacer cada día algo distinto: inglés, teatro y manualidades. En el de inglés, a través de juegos y canciones se les enseñaba a los niños algunas palabras básicas, y aprendían a la vez que se divertían. En el de teatro, con varias dinámicas les enseñamos a ser más expresivos y a ser capaces de desarrollar su creatividad y su imaginación. Y el de manualidades lo empleamos en preparar todo lo que nos haría falta en la velada de cada noche, o bien hacíamos alguna de las actividades que los monitores habíamos preparado previamente para poder enseñárselas a los niños. Disfrutamos mucho en los talleres, y participamos todos, grandes y pequeños, ayudándonos unos a otros.

 

El rato de piscina es el que tenemos para relajarnos y descansar. Todos nos preparamos, cogemos las toallas y nos vamos, unos a tomar el sol, los más valientes a bañarse. El agua está fría, pero hace calor. Los niños ríen, juegan, salpican, se divierten. Los más grandes están en el césped, descansando, cantando, hablando. Es el momento de disfrutar del buen tiempo.

 

Las veladas son las que preparamos a lo largo de todo el día, en los ratos que tenemos libres, para que al final salga como esperamos. Hemos hecho muchas cosas diferentes: una gymkana, un concurso de baile, una película, un desfile de modelos… Todos, monitores y niños damos lo mejor de nosotros para hacer que cada noche nos riéramos y pasáramos un rato divertido; en definitiva para que cada noche fuera especial e inolvidable. Es asombroso ver cómo, por complicado que pueda parecer al principio, todos nos implicamos, trabajamos juntos, ensayamos, pensamos vestuario y decoración y hacíamos que el resultado fuera mejor cada velada. Seguro que todos nos acordaremos durante mucho tiempo de esas noches, de todo lo que hemos reído, y las echaremos de menos. En realidad, echaremos de menos todo, porque no es sólo lo que hacemos, sino con quién lo hacemos. Estamos con buenos amigos, a algunos no los vemos durante todo el año, solo podemos estar con ellos estos diez días, y los buenos recuerdos son los que luego nos mantienen unidos e impiden que nos olvidemos de todo lo que hemos vivido. Eso es lo bonito del campamento.

 

La acampada de este año ha sido en un lugar maravilloso, llegamos y vimos las vistas que nos ofrecía el paisaje, eran espectaculares, estábamos a orillas de un lago rodeado de montañas. Montamos nuestras tiendas de campaña por grupos y por la noche hicimos el envió de nuestros compañeros que se iban al Camino de Santiago. A la mañana siguiente después de desayunar y quitar las tiendas nos montamos en el bus y fuimos a Puente la Reina, vimos el pueblo que es precioso y allí es donde comenzaba la marcha de nuestros compañeros, los dejamos y volvimos al bus rumbo a Olite. En Olite tuvimos una visita guiada por su precioso castillo, los mas pequeños disfrutaron mucho subiendo a las torres y viendo las vistas tan bonitas que había desde ella. Después de comer volvimos al campamento.

 

Pero toda historia tiene un final, y ya llegaba el de este campamento que tanto tiempo llevábamos esperando. La última noche llegaron nuestros compañeros de hacer el camino de Santiago, un momento que todos ansiábamos, habían estado fuera solo 3 días pero deseábamos verlos. Estábamos haciendo la velada que cerraría este campamento, una noche de máscaras, cuando de repente todos los niños salen corriendo a abrazarlos. Ha sido uno de los reencuentros mas bonitos que yo he vivido y fui incapaz de contener las lágrimas, cada abrazo estaba cargado de alegría y emoción por volver a verlos. Saludamos a todos y ya cuando estábamos sentados nos contaron como fue la experiencia, y que la repetirían sin duda… la describieron como inolvidable, una forma de conocerse; no sólo con las personas que caminas sino también conocerse a uno mismo… La noche del 17 terminó, unos preparaban maletas y los mas perezosos que no la hacían se quedaban hablando deseando que no terminara aquella noche. 

 

A la mañana siguiente después del desayuno tocaba dejar el campamento como los chorros del oro y revisar para que no nos dejásemos nada. Una vez que estaba todo listo metimos las maletas en el bus y comenzaba nuestro viaje. Paramos en Madrid y ahí la primera despedida del camino; se hace muy difícil despedirte de gente que hasta dentro de un año no volverás a ver. Comimos y seguimos el viaje hasta Jaén donde se fueron otros dos compañeros más y ya sólo quedaba una parada. El viaje llegaba a su fin y con él nuestro campamento. Llegamos a Granada y el bus se quedó vacío, ése, en el que tan solo unas horas antes iba completo. Pero seguro que está esperando para el año que viene recogernos con nuestras caras de ilusión, sabiendo que vamos a pasar otro campamento increíble y que esta familia que hemos formado año tras año va creciendo.

Belén y Plácida

 

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