29º aniversario del martirio de Hna. Cleusa.  

Compartir con todos ustedes la celebración del martirio de nuestra hermana es bastante complejo, pues tendría que referirme a los sentimientos que percibí por donde iba, pero prometo que trataré de compartirlo con detalles y así transmitir la emoción que vivimos todos los que participamos.

Dos semanas antes de la fecha que está presente en la memoria, corazón y vidas de los habitantes de la ciudad comenzó la organización de la caminada y eucaristía. La caminada tendría 4 estaciones. 

De este modo comenzó la preparación: podías ver gente leyendo el libro, buscando imágenes, preguntando a la comunidad… es emocionante escucharlos cómo vibran con la vida, el recuerdo y la buena huella que dejó nuestra hermana. 

Así llegó la fecha esperada lunes 28 de abril; la cita en la catedral a las 7 pm es anunciada desde la semana anterior en la radio. Nosotras, las hermanas, esperábamos esa noche en la puerta saludando, dando la bienvenida, y nuestra hermana Ana María entregaba una vela, que nos acompañaría encendida durante la caminada, pues Cristo está presente con nosotros.

En la Catedral nuestro párroco P. José García Corcuera OAR y el P. Eder Carvalho  Diocesano inician la celebración: “Vidas por la vida, vidas por el Reino. Todas nuestras vidas, como las vidas, como la vida del Mártir Jesús” así es como el color rojo hace presencia, no con dolor, sino como signo de redención.

La Cruz vestida de un manto rojo con el nombre de nuestra hermana hace entrada; hacen lectura de algunas las palabras de la Hna. Cleusa que aún continúan haciendo eco a los corazones cristianos que desean construir el Reino de Dios.

Iniciamos nuestra caminada para la primera estación con el canto “En la reserva Apuriná”. Y en la escuela, el lugar de donde salió por última vez Cleusa con vida, es donde hacemos la primera parada. Allí reflexionamos el tema “Cleusa y la educación” los profesores actuales, que en el momento fueron alumnos de ella, compartieron con todos nosotros cómo el lema, que marca y encierra la vida de Cleusa, “Vale la pena arriesgarse”, estuvo presente en su misión como educadora en la época que fue directora de esta escuela. Una hermana que no se reservó nada, una hermana que se preocupaba por cada estudiante, una hermana que no era esclava de la norma, cuando la misma pretendía maltratar a la persona. 

Entre las anécdotas que comparten en la escuela acerca de la humanidad de Cleusa se encuentra la siguiente: la hermana Cleusa no dejaba entrar al aula a ningún niño que tuviera hambre, pues no aprendería con el estómago vacío. Otra anécdota que cuenta una actual funcionaria: “yo me venía escapada de la casa hasta aquí a la escuela, sólo con ropa interior, claro era bien pequeñita; y la hermana Cleusa me subía a la casa de las hermanas y me hacía ropita, para que yo pudiera estar bien”.

Al concluir continuamos nuestra caminada cantando, y ahora paramos en “La casa para los ancianos Hna. Cleusa”. Allí contradictoriamente nos esperan los más pequeños, los niños de la Infancia Misionera. Recordando la defensa de Cleusa en favor de los niños, de sus derechos de tener una infancia sana, una infancia que construya sus cimientos para tener una vida feliz. El abandono crea inseguridad, es la ocasión perfecta para destruir a la persona, y más aún al niño, y esta fue una de las luchas de Cleusa, hoy estos niños nos recuerdan a todos nosotros que este llamado continua vigente, y es a nosotros a quienes nos corresponde elevar la voz con coraje y denunciar. 

Seguimos nuestra caminada, con nuestros corazones reflexionando acerca de nuestro profetismo, y hacemos la tercera parada en la plaza de San Francisco en el barrio La Fuente. Allí una comunidad indígena nos espera para ofrecer lo mejor que tienen, la mezcla perfecta que compone su agradecimiento: la danza con sus expresiones de alegría. Solo esta muestra en su contexto compone todos los discurso y los carteles. Así agradecen a Cleusa todo lo que ella hizo por ellos. Este amor, este cariño, este recuerdo continúa vivo, y es transmitido a todas las generaciones, que hoy también se unen a la danza. 

Al contemplar las miradas, puedes percibir que ella está en el recuerdo, en el corazón y reviviendo sentimientos. Continuamos en este clima para ir ya al lugar de encuentro de todas las comunidades, la capilla de Ntra. Sra. de Fátima, donde reposa el cuerpo de la Hna. Cleusa. Al llegar comenzamos la Eucaristía, celebración animada con cantos que han sido compuestos en honor a Cleusa a lo largo de estos 29 años, donde recogen el cariño, la gratitud y la lectura que hacen de la vida donada. 

Al finalizar la eucaristía es tradición en esta cultura hacer un agradecimiento, compuesto por palabras, cantos y compartir. El responsable esta vez fue Elias Bezerba de Sousa. Ahora es padre de familia, pero en la época era un muchacho que revive esos momento de convivir con Cleusa. 

De entre sus palabras comparto: “presencié muchas de sus actitudes e acciones de amor por el prójimo, especialmente por los menos favorecidos, por los marginalizados y excluidos de la vida humana digna: presos, pobres, ancianos, leprosos, indígenas y enfermos, por los cuales demostraba un amor incondicional y una vocación natural, y luchó con todas sus fuerzas naturales y espirituales para defenderlos. Murió, no para defender la vida de la familia de Tuxaua Agostinho, pues ya a su esposa e hijo los habían matado, murió por la defensa de la vida, cumpliendo la misión de su vocación”. Al concluir su discurso cantó junto a su familia una canción compuesta para homenajear la memoria de nuestra hermana Cleusa.   

Seguidamente toda la comunidad cristiana pasaba a compartir un dulce preparado por las comunidades, el tradicional “mugunza” que está compuesto por maíz blanco, leche y azúcar. 

Presenciar esta celebración y participar de ella es una experiencia maravillosa, son muchos los acontecimientos que pasan por alto al transcribir, pero la certeza que queda, es que nuestra hermana Cleusa continua presente en esta ciudad de Lábrea, en el rio Passiá, en las comunidades indígenas, en los ancianos, en los jóvenes, en los niños. Porque los gestos que brotan del amor de Dios, no conocen la muerte. 

Con mucho cariño, desde Lábrea. 

Astrid Ibarra.  

 

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