En el entresijo de nuestra vida, llega, Señor, a nosotros y despiértanos, ilumínanos y fortalécenos: aumenta nuestra fe y mándanos a andar como resucitados.

Lecturas

Ez 37, 12- 14

EL capítulo 37 se refiere a la visión de los huesos, un tema que tiene puro estilo de impresionista. A la vez, es una forma sencilla de expresar una visión que se convierte en parábola para servir de respuesta a las quejas de Israel.

 

Es cierto que toda la enseñanza de Ezequiel apunta a la liberación del destierro y no a la resurrección de los muertos en el sentido que nosotros entendemos hoy y como se entendió  antiguamente. Es cierto que Ezequiel ha creado una imagen de huesos y espíritu, de  muerte y vida que ha desbordado la intención primera e inmediata de su propio autor. 

 

Al enlazar esta imagen en la creación primera, al descender a la visión bilógica de la muerte, al reconocer como Dios que vivifica a quien es Señor de vida y muerte, al salvar a un Israel históricamente muerto… Ezequiel ha establecido la victoria de la vida sobre la muerte, que es la esencia del mensaje pascual. El cristiano debe leer este texto de Ezequiel viendo en él el símbolo perenne de la resurrección particular y universal.

 

Rom 8, 8 – 11

El texto paulino es bastante confuso y de difícil interpretación puesto que nos obliga a plantearnos el sentido de la noción de “cuerpo” y de “carne”. Recordemos que en la literatura bíblica estas expresiones no designan una parte del hombre bajo un determinado aspecto. “Cuerpo y carne” designan la existencia física del hombre, de la “persona concreta viviente”. En san Pablo podemos deducir que el “cuerpo” indica predominantemente la manifestación exterior del hombre, lo que los demás pueden captar de él con los sentidos.

 

Se diferencia así del corazón, que es la dimensión interior y oculta (Romanos 2, 28- 29; Jueces 16, 15). Por eso, carne y cuerpo también indican el “mundo de relaciones” con los demás que se hace posible con lo corpóreo. Y esto lleva a entender también la significación de relaciones  de Cristo con los creyentes que se unen a él y por eso se puede hablar de la comunidad como “Cuerpo de Cristo” (Rom 12, 5). Por eso, los pecados “carnales” no son en primer lugar los pecados sexuales  sino los que siembran división en la comunidad (1 Cor 1, 1-3) y entre las “obras de la carne” menciona las peleas, las rivalidades, divisiones, envidias (Gal 4, 20- 21) que se contraponen a las “obras del Espíritu”.

 

El texto paulino, en su conjunto (8, 5- 13) no nos propone un ideal espiritualista y un desprecio de lo físico sino que nos invita a no poner la confianza en las propias fuerzas o posibilidades humanas y a no movernos por motivos puramente terrenos y egoístas. Esto supone que debemos dejar actuar  al Espíritu en nosotros para alcanzar la salvación de manera que vivamos por cosas que no se terminan (mueren) con la muerte, causada por el pecado que las haces estériles y caducas. 

 

Jn 11, 1- 45

El relato que nos ofrece el evangelista es uno de los más dramáticos y significativos del evangelio. Es el signo más grande realizado por Jesús y que preludia su muerte y resurrección. El beneficiario de este milagro es Lázaro, el hermano de Marta y María en Betania. El relato, tal como lo presenta san Juan, encaja perfectamente en la progresión de la la manifestación de la divinidad de Jesús. 

 

Se pueden distinguir en la narración cuatro partes: descripción de las circunstancias y de los personajes (vv. 3- 20); encuentro de Jesús con Marta y revelación de Jesús como resurrección y vida (vv. 20- 27); encuentro de Jesús con María (vv. 28- 37) y el milagro (vv. 38 – 44). 

Es  bueno saber buscar en los cuatro apartados los aspectos más fundamentales: “Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro”. El detalle del amor de Jesús a esta familia es un rasgo profundamente humano. La respuesta de Jesús a Marta: “tu hermano resucitará” en Marta tiene una interpretación como alusión a la resurrección en el último día, si bien es cierto que más tarde, la confesión de María: “yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que iba a venir a este mundo” contiene lo esencial de la doctrina cristológica tal y como el evangelista  se proponía enseñar en su evangelio. Hay luego, después del encuentro con María, un gesto que expresa la humanidad de Jesús y su profunda sensibilidad hasta el punto que los judíos dicen: “mirad cómo le quería”.

 

Y llegamos así al milagro. La obra que Jesús va a realizar es la manifestación del poder vivificador de Dios. Para contemplar esta gloria es necesaria la fe. Tiene lugar la oración de Jesús que comienza con la invocación “Padre” ¡una relación única! y Jesús da gracias porque el Padre le escucha siempre. La finalidad de su oración y de su actuación es que los asistentes reconozcan que Jesús es el Mesías, el enviado del Padre.

 

Este espléndido milagro, el mayor sin duda de los realizados por Jesús, es a la vez, el signo de la resurrección del mismo Jesucristo.

 

 Meditación

El camino de Cuaresma tiene sus variantes, por supuesto positivos, si se vive en un clima de fe y expectativa. Es tiempo más de gozar que de sufrir. Al fin y al cabo es un itinerario y como tal tiene su esperanza como también su cruz. Lo bueno es, si se puede decir, que la auténtica cuaresma la vivió Cristo y su ejemplo es el entrar en el misterio del amor de Dios y cuya manifestación está en dar la vida por la humanidad.

 

Por nuestra parte, si es que queremos llegar a la Pascua –nos faltan todavía dos semanas-, debemos tener como referencia necesaria el camino de Jesús: un camino que enlaza lo divino y lo humano, la verdad y la misericordia, la paz y la humildad, el perdón y el amor y, que su mirada nos alcanza a todos nosotros ya que Él viene a salvarnos.

 

Hoy es un momento, entre misterioso y exigente, que nos llena de plenitud toda nuestra insignificancia: “Os infundiré mi espíritu y viviréis”; “el Espíritu de Dios habita entre vosotros” y “¿no te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. Tema completo para un caminar desde el corazón y con la mirada puesta en el Maestro…

 

Oración

Señor Dios nuestro: necesitamos la fuerza de tu gracia que nos inunde desde el Espíritu para poder vivir según tu voluntad. Nos llamas a abrir nuestro corazón y a vivir mirando hacia un horizonte en el que la presencia de la Cruz nos sigue diciendo hasta dónde llega tu amor por nosotros.

 

Pasamos la vida entretenidos en las cosas mientras tú llegas a nosotros lleno de amor y queriendo que nosotros participemos de tu misericordia sin límites. Y el hecho de tu presencia que nunca falla ni falta entre nosotros nos lleva una vez más a pedir que tu Espíritu habite en nosotros.

 

Señor: son tantas las bagatelas que nos divierten y a la vez nos entontecen que quedamos dormidos y no prestamos atención a tu paso por nuestra vida. A igual que llegaste a Lázaro para despertarle de su sueño, haz que nosotros te reconozcamos y oigamos tu voz que nos dice:”sal fuera” y que, nos mandes a la vida diaria sin manos atadas y sin sudario. Tú sabes, Señor, como nos quedamos dormidos y un tanto lejanos de ti. Grítanos para que en este tiempo de gracias aprendamos de una vez por todas que Tú eres la Luz y que vivificas nuestros cuerpos mortales.

 

En el entresijo de nuestra vida, llega, Señor, a nosotros y despiértanos, ilumínanos y fortalécenos: aumenta nuestra fe y mándanos a andar como resucitados. Gracias, Señor.

 

Contemplación

Llega el Señor para quien todo es fácil y te presenta alguna dificultad. Se estremeció en su espíritu y mostró que quienes se han endurecido tienen necesidad del gran grito de la corrección. Sin embargo, ante la simple voz del Señor que llamaba, se rompieron los lazos de la necesidad. Tembló el poder del infierno y Lázaro fue devuelto vivo. También libera el Señor a los que por la costumbre llevan cuatro días muertos, pues para él, que quería resucitarle, Lázaro solo dormía. Pero ¿qué dice? Observad cómo fue la resurrección. Salió vivo del sepulcro, pero no podía caminar. Y Jesús dijo a sus discípulos: <desatadlo y dejadlo ir>. Él resucito al muerto  y los otros lo desataron. Ved que algo es propio de la divinidad que resucita. Alguien, enfangado en la mala costumbre, es reprendido por la palabra de la verdad. Pero ¡cuántos no han sido reprendidos por ella y no la escuchan! ¿Quién actúa en el interior de quien la oye? ¿Quién comunica la vida interior? ¿Quién es el que aleja la muerte secreta y otorga la vida también secreta? ¿No es verdad que después de las  reprensiones  y recriminaciones quedan los hombres solos con sus pensamientos y comienzan a reflexionar sobre la mala vida que llevan y la opresión que, por la pésima costumbre, soportan? Después, descontentos de sí mismos, deciden cambiar de vida. Resucitaron: revivieron quienes se hallaban descontentos de su vida anterior; mas, no obstante haber revivido, no pueden caminar. Les atan los lazos de sus culpas. Es, pues, necesario que quien ha recobrado la vida sea desatado y se le permita andar. Esta función  la otorgó el Señor a sus discípulos cuando les dijo: <Lo que desatareis en la tierra quedará desatado en el cielo> (san Agustín en sermón  98, 4 -7).

 

Acción. Meditar sobre las palabras de la carta a los Romanos: “Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia”.

 

Fr. Imanol Larrínaga OAR