El 28 de junio de 2015 cuando empezaba el día en Bogotá, nuestra hermana María Blanca Álvarez Samper, nos dejaba sin previo aviso y para sorpresa de toda la congregación, de las exalumnas y de todas las personas que la querían.

Partió como ella quería, «sin una cama larga», pero muy seguramente muy unida a Jesús, como lo estuvo durante toda su vida y mucho más en los últimos 10 años, en donde privada de la vista, dedicaba largas horas a acompañar al Señor desde la capilla del Colegio de Nuestra Señora de la Consolación en donde residió los últimos 23 años.

Blanquita como familiarmente la llamábamos, había nacido en Bogotá el 7 de mayo de 1923 en el hogar formado por José Martín Álvarez e Isabel Samper, siendo ella hija única. Muy pronto perdió a sus padres y bajo la dirección espiritual del P. Francisco Taboada, agustino recoleto, descubrió que el Señor la llamaba a consagrar su vida a Él y a los hermanos. Ingresó a la congregación en Bogotá el 2 de febrero de 1952, en donde realizó el postulantado, noviciado y la primera profesión. Sus votos perpetuos los hizo en Colatina, Brasil.

Culta y delicada, pero sobretodo sensible a las necesidades de los demás, entregó su vida sin reservas en Sasaima (Cundinamarca), Triburgo, Colatina e Isla de las Flores en Brasil. De vuelta a Colombia continuó su entrega misionera en los colegios de Cali, Palmira, Bogotá, Restrepo y la Normal de Monterrey. Trabajó en La Linda (Caldas) y en la parroquia de Manizales. Fue secretaria y consejera  de la Delegación de Colombia. Participó en el capítulo general de 1981 y luego su misión la realizó en Newar, USA, posteriormente en Madrid como consejera y secretaria general. En 1985 regresó a Colombia para asumir la tarea de secretaria y consejera de la Delegación de Colombia, posteriormente fue nombrada superiora de las comunidades de la casa noviciado de Bogotá y de Bochica en la misma ciudad. En 1992 llegó al colegio de Bogotá en donde atendió a las niñas como enfermera, labor que realizó hasta cuando empezó a perder la visión como consecuencia de la resequedad que la artritis ocasionó.

Catequista, profesora, enfermera, secretaria, directora de colegio, superiora, consejera de la delegación o de la congregación, fueron simplemente escenarios en donde su corazón entregó lo que recibía de Jesús su gran amor. Su misión se aquilató cuando reducido el espacio de acción por su limitación visual, con el mismo o mayor cariño acogía a las hermanas de comunidad y amistades que la visitaban.

Su cuerpo está siendo velado en Bogotá, en la funeraria Los Olivos. Avenida Caracas con calle 42 y su funeral será el martes 30 a las 10 de la mañana en la Iglesia de Santa Teresita.

Seguras de su compañía desde el cielo, hoy agradecemos a Dios porque a través de ella nos enseñó que el amor supera las limitaciones personales porque va puliendo las aristas y va conduciendo, incluso con dolor, hasta quedarse sólo con el ÚNICO AMOR.