ASCENSIÓN DEL SEÑOR

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.» Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Para concluir, Mateo compone una escena magistral. En el espacio de cinco versículos condensa lo sustancial de su cristología y eclesiología.

Jesús se presenta en Galilea, como volviendo al comienzo y abandonando Jerusalén, adonde fue sólo a morir. Sube al monte, en ascensión simbólica, como cuando proclamó su mensaje del reino (caps 5 al 7) o se transfiguró (cap. 17). Los once discípulos de aquel momento representan a toda la Iglesia; por eso, no falta quien dude. Ven al resucitado y han de ser sus testigos.

Jesús toma la palabra afirmando su plena autoridad recibida de Dios. En virtud de ella envía a sus discípulos a una misión universal, no limitada ya a los judíos. No han de enseñar para ser maestros de muchos discípulos (23,8), sino para “hacer discípulos” de Jesús. Como rito de consagración, administrarán el bautismo, con la invocación trinitaria explícita, inaugurando así el tiempo de la Iglesia. Desde la experiencia pascual, los discípulos van a anunciar la resurrección de Jesús y no el reino de Dios. El cambio, en apariencia notable, no es tal. Anunciar la resurrección de Jesús es anunciar que el reino ha llegado y han comenzado los nuevos tiempos. Los relatos pascuales nos colocan frente a la convicción primitiva de que el reino ha comenzado con la resurrección de Jesús, en quien se ha hecho manifiesto el poder vivificador de Dios.

El evangelio termina como empezó. Al principio nos fue anunciado el nombre de Enmanuel, Dios con nosotros, en la historia del pueblo elegido (Is 7,14). Ahora se nos asegura que la profecía de Isaías se ha hecho permanente realidad: “Yo estaré con ustedes siempre” (20). No es tarea fácil, pero Jesús estará siempre presente con su presencia consoladora y reconfortante en todas las situaciones de la misión evangelizadora, como en la persecución y en la prueba.

La misión de los discípulos es tan amplia como el mundo y como el tiempo que habrá de transcurrir hasta el final de la historia. La comunidad cristiana es, a partir de ahora, memoria del crucificado-resucitado, a pesar del escándalo que significa para el pueblo judío la muerte infame en la cruz. Es también comunidad de testimonio: han de ser testigos del crucificado-resucitado. Sólo en este seguimiento concreto la comunidad descubre el significado de la misión y la persona de Jesús. Descubre que el reino está ligado indisolublemente a la salvación de los pobres y marginados, y que la forma concreta de su realización no puede prescindir de la actuación histórica de Jesús. La Iglesia de Jesús es esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del Señor “vayan” (19), “pónganse en camino”, la invitan a salir constantemente de sí misma, de sus problemas y preocupaciones domésticas, para abrirse a un nuevo horizonte: el de toda persona que no conoce el gozo de sentirse hijo e hija de Dios y hermanas entre sí. Para ello cuentan con la presencia constante de Jesús que estará siempre presente: “Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (20).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Mt 28, 16-20: Bautismo y unidad de los pueblos

Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza (Sermón sobre la Ascensión del Señor).

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

“Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19). ¿Qué significan estas palabras de Cristo? ¿Cómo colaboras en este mandato misionero de Cristo?

“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28,20). ¿Cómo está presente Cristo hasta el final de los tiempos? ¿Qué sentimiento se despierta en tu interior ante estas palabras de Cristo?

A la luz de la celebración de la Ascensión del Señor, ¿qué implicaciones tiene este texto para nuestra vida cristiana?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Gracias, Señor, porque te tenemos como intercesor ante el Padre, cuyo amor infinito ha sido demostrado en tu entrega de cruz.

Gracias, Señor, porque tenemos la puerta abierta del cielo, donde la cabeza, que eres Tú, ha entrado, y contigo, entra también su cuerpo. Gracias por esa esperanza plena que nos permite conocer ya la vida eterna.

Gracias Señor, porque no quieres que nos quedemos parados mirando con nostalgia la llegada de tu Espíritu, porque ya está dentro de nosotros con la gracia del Bautismo, y nos envía a anunciarte como buena noticia, a entregarnos por completo a la misión.

Gracias, porque ya estás con nosotros por tu divinidad, tu poder y tu amor, como  dice san Agustín, y aunque no podamos por nosotros mismos,  si que podemos por tu amor, llegar  hacia ti.

Gracias, Señor, porque eres fiel a tu promesa de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos, porque te sentimos cerca en estos momentos de dolor y sufrimiento que aflige a la humanidad, porque tenemos certeza de la comunión eclesial que nos une como hermanos en ti, nuestro Hermano mayor.

Mil gracias Señor, porque tu ausencia no es tal, sino presencia real, en Espíritu y en verdad,  en los signos del pan, del compartir, de la solidaridad, de la fe consecuente y misionera que nos lleva a testimoniarte hasta los confines del mundo, para alabarte y bendecirte y siempre, darte gracias inmensas.

Que aquella alegría que María experimentó cuando su Hijo vivía físicamente a su lado; y esa misma alegría, cuando este mismo Hijo, después de vencer a la muerte, resucitó glorioso, y, ante sus ojos, entró en los cielos con un cuerpo que, ella le había dado, nos anime y alegre profundamente, todos los días de nuestra vida.

Oración colecta

Concédenos, Dios todopoderoso,
darte gracias con santa alegría,
porque en la ascensión de Cristo, tu Hijo,
nuestra humanidad es elevada junto a ti,
ya que él, como cabeza de la Iglesia,
nos ha precedido en la gloria
que nosotros, su cuerpo, esperamos alcanzar.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.