+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8,1-11

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».

Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.

Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.

Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿Dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Para mejor comprender el texto:

  1. En Israel, el adulterio era tenido por delito público y falta contra lo prescrito por Dios. La Ley lo castigaba con la muerte, tal como aparece en Lv 20. Pero la tradición y las costumbres hicieron de esta ley, como de tantas otras, una interpretación machista.
  2. El evangelio pone de relieve muchas veces el contraste que se da entre nuestros juicios sobre los demás (severos) y sobre nosotros mismos (indulgentes). También se observa la diferencia entre el juicio del sistema imperante (implacable) y el de Dios (misericordioso).

Un pasaje que hay que acoger:

  • La acogida de la pecadora. También Dios, en vez de condenar al pecador, lo acoge para que se rehabilite. La imagen de la adúltera junto a Jesús puede representar a cualquier comunidad cristiana, a cualquiera de nosotros, que necesitamos y somos acogidos más allá de lo que nos atrevemos a pedir, más allá de lo que la sociedad y la ley nos ofrece.
  • Llamar a las cosas por su nombre. Jesús llama pecado al pecado: “Vete y en adelante no vuelvas a pecar”.
  • Jesús pone en evidencia a los acusadores. No sabemos lo que escribía en el suelo, sobre tierra, pero algo nos hace sospechar al ver que los acusadores se fueron marchando…
  • No supervalorar el pecado sexual. Jesús fue siempre misericordioso, comprensivo, tolerante con esa gama de debilidades humanas relacionadas con el sexo y con la astuta supervivencia de los pobres. En cambio, fue mucho más duro con la hipocresía y la injusticia de los fuertes y poderosos.
  • Obrar siempre con misericordia. Los acusadores niegan a la mujer adúltera la posibilidad de un cambio. No le dan porvenir. Bajo las piedras que sostienen en las manos impacientes, no sólo intentan sepultar el pasado, sino la persona misma. (Ulibarri, F).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Jn 8,1-11: Solo quedaron dos allí: la miserable y la Misericordia

Pues bien, abandonada sola la mujer y, tras marcharse todos, levantó sus ojos hacia la mujer. Hemos oído la voz de la Justicia; oigamos también la de la Mansedumbre. Creo, en efecto, que la mujer se había aterrorizado cuando oyó al Señor decir: El que de vosotros está sin pecado, contra ella tire el primero una piedra. Ellos, pues, atentos a sí y porque con la retirada misma confesaron acerca de sí, habían abandonado la mujer con un gran pecado a manos de quien estaba sin pecado. Y, porque ella había oído esto: El que de vosotros está sin pecadocontra ella tire el primero una piedra, esperaba ser castigada por ese en quien no podía hallarse pecado. Por su parte, quien con lengua de justicia había repelido a sus adversarios, tras levantar hacia ella ojos de mansedumbre, le interrogó: ¿Nadie te condenó? Respondió ella: Nadie, Señor. Y él: Tampoco te condenaré yo, por quien temías quizá ser castigada, porque no hallaste pecado en mí. Tampoco te condenaré yo. ¿Qué significa, Señor? ¿Fomentas, pues, los pecados? Simple y llanamente, no es así. Observa lo que sigue: Vete, en adelante no peques ya. El Señor, pues, ha condenado, pero el pecado, no al hombre. Efectivamente, si fuese fautor de pecados diría: «Tampoco te condenaré yo; vete, vive como vives; está segura de mi absolución; por mucho que peques, yo te libraré de todo castigo, hasta de los tormentos del quemadero y del infierno». No dijo esto.

Comentarios al evangelio de san Juan 33, 4-6 (sigue)

¿QUÉ ME DICE AL MI EL TEXTO?

-Reflexiono sobre el pasaje bíblico.

Me fijo en la actitud de los acusadores… ¿Emito juicios severos cuando percibo en los demás pecados o errores? ¿Tomo la piedra para lanzarla o busco la manera de orar y acercarme a ellos?

Me fijo en la actitud de Jesús: ¿Cómo actúa? ¿Qué dice? ¿A quien lo dice? ¿Por qué lo dice?

Me fijo en la mujer adúltera: ¿Cómo puede sentirse ante una situación de muerte injusta? ¿Cómo se siente ante las palabras y la cercanía de Jesús?

Dentro de los personajes que aparecen: ¿Dónde estoy yo? ¿Qué actitudes me motivan ante una situación parecida? ¿A qué me compromete?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Tus dibujos en el suelo han tenido un efecto sorprendente: el círculo moralista y acusador se ha roto y, a solas contigo, por primera vez, me he sentido libre.

Tus dibujos en el suelo han sido el primer espejo no engañoso que me ha hecho ver mi rostro triste, mi ser pobre y vacilante, mis miedos de siempre.

Tus dibujos en el suelo me han devuelto la dignidad perdida, cuando tu dedo suave y firme, con el polvo de siempre y mis lágrimas perdidas, ha plasmado mi nuevo rostro sonriente.

Después te has incorporado, serenamente has mirado mis ojos, me has besado como nadie y has dicho al aire: Vete y vive; ya sabes. Y yo no me he atrevido a abrazarte. Pero llevo tus dibujos del suelo tatuados en mi piel para siempre (Ulibarri, F).

Oración

Dios todopoderoso, concédenos que
por la práctica anual de la Cuaresma,
progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo
y vivamos en conformidad con él.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.