SABOREAR LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO DE DIOS DESDE LA RECIPROCIDAD DE DONES

Desde una memoria agradecida, traigo el recuerdo de una temporada de mi vocación cristiana donde el Señor me hizo una llamada a la misión, primero a nivel personal y después, junto a Janeth Villegas, desde la vocación matrimonial misionera.

Responder a ese llamado redundó en un momento de gran plenitud espiritual, donde me sentí un obrero de Dios en mi amado país (Venezuela), construyendo su Reino junto a otros hermanos.

Llevar la Palabra de Dios, ser “sal y luz” en medio de contextos de pobreza, de sufrimiento y tragedias humanas, me dio un profundo sentido de la vida, porque respondía a la llamada de Dios desde los dones que Él me regaló.

Después de cada jornada misionera, salía con cansancio físico, pero con una gran consolación espiritual, sintiendo en mi interior la presencia de Dios en medio de la gente sencilla que con pocas palabras o gestos me hablaban a mí también, cayendo en cuenta que, muchas veces salía evangelizado después de cada encuentro.

Desde el carisma agustino recoleto tuve la gran bendición de ser llamado a una misión especial en unos pueblos al sur de Venezuela: Atapirire, Múcura, Boca del Pao, Santa Clara y el Guasey. Allí el Señor se me fue revelando de muchas maneras en medio de la vida austera y generosa de las personas.

Vivir el carisma misionero agustino recoleto con las MAR le dio a mi vocación una mayor hondura y densidad, sintiendo lo que ahora dice el Papa Francisco: ser una iglesia en salida.

Y es que cada Semana Santa y en algunas navidades, fui saboreando y creciendo en ese carisma, reconociendo que la misión se lleva desde la reciprocidad de dones, en comunidad, desde que te levantas a hacer los laudes, los servicios internos de la casa, hasta salir a las actividades de evangelización.

Fueron muchas las vivencias durante 15 años de misión en Atapirire, compartiendo con el llanero y con el indígena el gozo de la buena noticia. Pero entre tantas, recuerdo una jornada de misión que se realizó en el mes de agosto en Boca del Pao. Allí coincidimos varios laicos que veníamos de la JAR (Juventud Agustino Recoleta), un diácono permanente, varias religiosas MAR y laicos del pueblo como lo es mi querido Cristian Pérez.

En esta misión, experimenté una vez más el carisma misionero Agustino Recoleto, pues, compartimos los trabajos comunes que se hacen dentro de la casa donde nos quedamos, planificábamos y reflexionábamos juntos los temas que íbamos a compartir con la gente.

Al finalizar, teníamos nuestra celebración de la Palabra, y desde un ambiente de koinonía compartíamos todas las vivencias del día, experimentando el celo apostólico en la misión.

Quiero cerrar con la frase de una canción que me invita siempre a encender la llama de la misión: “Te seguiré a donde me lleves, sin adelantarme, sin forzar el paso, sabiamente ignorante, iré donde no sé, puesto el corazón en Tí te seguiré….”

Leopoldo Duarte. Fraterno misionero Agustino Recoleto