Queridos lectores quiero compartirles lo que he vivido durante mi experiencia apostólica, en la comunidad de hermanas mayores de El  Limonar, Cali – Colombia. La gran aventura a donde el Señor me llevaba empezó el 15 de septiembre de 2020. Cuando llegué a la comunidad todas las hermanas me recibieron con gran cariño y fraternidad; durante esa semana iba adaptándome y conociendo a las hermanas.

Esta experiencia fue una gracia y don de Dios, porque él me eligió para ir al servicio de los más necesitados, siendo Jesús mismo encarnado en las hermanas que han entregado su vida, sus dones, todo lo que son, al servicio de los demás, por amor a aquel que nos amó primero, y que ahora, por sus limitaciones físicas, se entregan día a día de otra manera, orando y ofreciendo sus dolores al Señor por cada uno de los hombres.

El Señor me dio la oportunidad de convivir y vivir con cada una de ellas, conociéndolas, cuidando a las más limitadas, siendo esto último lo que me ayudó a ver el rostro sufriente de Cristo en ellas, teniendo la dicha y el gozo de ponerme al servicio sabiendo que era por y para Jesús lo que yo realizaba. También ayudaba cuando se compraba y se acomodaba lo de limpieza o lo que hiciera falta.

Por la situación que actualmente estamos viviendo no había apostolado fuera de la comunidad, pero el Señor me hizo comprender que el primer apostolado está dentro de la comunidad y esto me sirvió para poder decir que una MAR es misionera primero en su comunidad, ya que esto ayuda para ser una auténtica misionera fuera de la misma.

En este tiempo conocí a todas las hermanas de la comunidad: Sor Olga María Vega (superiora), María de la Paz Güendica (ecónoma), Rosa Cely, María Cecilia Sánchez, Isabel Ortiz, Olivia Quintero, Anatilde Bautista, Ligia Inés Gamboa, Carmen Escilda Millán, Elizabeth Gordillo, Sonia Segovia y su mamá Sra. Elvia Segovia. También las hermanas que en este momento ya están gozando de la gloria de Dios: Sofia Espinosa, Ivette Rivera, y María Elvia Santa. También tuve la oportunidad de compartir con las hermanas de la comunidad del colegio: María Nohelia Calle (superiora y rectora), Deissy Leiva y Amparo Téllez. Todas me dieron muchos buenos ejemplos, pero sin olvidar que somos humanas y que nos equivocamos, pero aún con eso, es posible vivir juntas aportando cada uno de sus dones, contribuyendo así para hacer y vivir en comunidad, porque cada una fuimos llamadas por el Señor con un solo fin: El amor profundo a Él y al próximo.

Le doy gracias al Señor por las personas que nos colaboran dentro de la casa: Elba (cocinera), Flor (limpieza), Rubiela (ayuda con la ropa), Agustín (arreglos), enfermeras: Amparo, Claudia, Valentina, Aura, Amada, y Lucía; cada una me mostró el amor que Dios da a todos sus hijos, y que, aun no teniendo votos, todos ellos son parte de nuestra comunidad y de nuestra gran familia MAR.

Vi y valoré la espiritualidad tan grande y profunda de mis hermanas, siendo el Señor principio, centro y fin de su vida, sabiendo que con él todo se hace posible. Admiré la confianza tan grande hacia nuestro Padre Dios y la devoción tan profunda a nuestra madre del cielo, María Santísima.

Le agradezco profundamente al Señor este tiempo de gracia que me ha regalado, para enamorarme cada día más de él, y de este modo poder llevar ese amor y misericordia que Jesús me da, a los demás.

Gracias Señor por esta experiencia de amor vivida y encarnada que me has regalado en este tiempo.

 Yessica Victoria, Novicia MAR.