Por: Alejandro Archila Castaño

Director del Museo de Arte Colonial y Religioso La Merced

Como diría algún comentarista deportivo colombiano: “la bola va rodando y el tiempo va pasando…”; pues así mismo, la percepción de la época actual de que el tiempo corre más rápido y los años se suceden atropelladamente uno detrás del otro, hacen que acumulemos calendarios y que hechos que nos parecían cercanos o al menos no tan lejanos en el tiempo, ¡son ya cincuentenarios o centenarios!, y empiezan a aparecer tan rápida y aceleradamente, como rápido y acelerado fue el siglo XX en que sucedieron.

Es así como, releyendo la historia y orígenes de la Congregación, nos encontramos con apenas un renglón no muy desarrollado en detalles, donde se nos dice que el 1º de marzo 1920, llegó por primera vez a la China el P. Fr. Francisco Javier Ochoa del Carmen, con 31 años, 12 de religioso y apenas 5 de sacerdote, para asumir el cargo de Vice Procurador de la Procuración de Shanghai (siendo entonces Procurador el P. Tomás Cueva), al que fue designado el 20 de enero de ese mismo año, sin pensar, seguramente, en lo mucho que un simple traslado significaría 100 años después, para unas “hijas espirituales” que, en ese momento, solo estaban en la mente de Dios…

Los Agustinos Recoletos habían llegado al lejano oriente en 1605, concretamente a Filipinas, apenas 17 años después del nacimiento de la Recolección. En 1623 pasaron al Japón y, luego de sangrienta experiencia y de su posterior expulsión, transcurridos varios siglos de espera, lograron ingresar a la China y establecerse, con la apertura de la Casa Procuración de Shanghai, en 1911; trampolín, gracias al cual, pasarían al interior del país 13 años después en 1924, para fundar la emblemática misión de Kweitehfu (hoy Shangqiu Shien), que a su vez, pasados 7 años, con la llegada de las tres agustinas recoletas misioneras, se convertiría en la cuna de la Congregación.

Así las cosas, en apenas 11 años se celebrará el centenario del arribo de las cofundadoras de la Congregación a China, y, entre tanto, se conmemorarán los sucesivos centenarios de los logros de Mons. Ochoa, antes de este “momento culmen” en su fructífera actividad misionera.

Ojalá se tenga memoria, se valoren y aprecien estos hechos trascendentales en la coyuntura del Año Misionero de la Congregación, mientras “el mundo” sigue rodando y el tiempo va pasando…