Nuestra comunidad decidió fijar el día 6 de febrero como día de retiro para elaborar el proyecto comunitario.

Después del rezo de laudes, de la Eucaristía y del desayuno, comenzamos nuestra tarea. Con una oración y con la invocación al Espíritu Santo a través de un video, nos fuimos preparando para la búsqueda de lo que el Señor quiere de nosotras.

Previamente habíamos leído sobre el discernimiento y la autoridad, la iluminación, la programación como compromiso con la experiencia de iluminación, etc. En el compartir, fuimos poniendo en común aquello que recordábamos o nos había llamado la atención.

Dispuestas a aprovechar nuestro día, nos dispusimos con la lectio divina sobre 1 cor 12, 12-27, que nos invitaba a tomar conciencia de que como comunidad, somos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, y cada una, es un miembro de ese cuerpo, por lo tanto, debe ser respetado y cuidado. Todo lo que le pasa a un miembro, todo el cuerpo lo siente, si es alegría, toda la comunidad participa, si es dolor, también la comunidad lo siente.

Terminada la lectio, un corto video nos ayudó a tomar mayor conciencia de la necesidad de apoyarnos unas a otras, de no trabajar en solitario, de ir todas en la misma dirección, siendo dóciles a lo que Dios quiere, buscando juntas y escuchando al Maestro.

Y motivadas, comenzamos la elaboración del proyecto. Antes del almuerzo, quedaron en nuestra mente y en nuestro corazón estas preguntas: ¿Qué texto de la Palabra de Dios, ilumina el camino que queremos seguir? ¿Qué iluminación nos hace al proyecto?

Cuando regresamos, después del almuerzo y un tiempo de descanso, pusimos en común aquello que habíamos pensado. Los textos presentados eran muy ricos y dicientes, pero debíamos elegir uno. Dos iban por un camino parecido y al final nos definimos por Jn 20, 21: “Como el Padre me envió, así os envío yo”

Como iluminación, anotamos: El Padre envió a Jesús con una misión: hacer su voluntad y por tanto ser como el Padre. Nosotras, enviadas por Jesús, estamos llamadas a hacer la voluntad del Padre. El texto ilumina nuestro proyecto, pues, el criterio que tendremos en cuenta será: la voluntad del Padre, su búsqueda y el ponerla en práctica.

Con la ayuda del Señor, y muy contentas, logramos elaborar el proyecto, pero yo me quiero detener en las palabras del texto escogido:

“Como el Padre me envió, así os envío yo”. Jesús nos hace partícipes de la misión de anunciar la Buena Nueva que Él ha recibido del Padre, y lo hace comunicándonos la fuerza del Espíritu Santo, para reafirmar nuestra fe en la resurrección y para que, por nuestro testimonio, otros crean en Él.

El Padre envía a su Hijo, que es una nueva presencia en el mundo, una presencia visible. Y nosotros somos enviados por el Hijo, lo cual implica un nuevo modo de estar nosotros en el mundo, esa es la novedad cristiana: somos hijos en el Hijo, miembros de Cristo y templos del Espíritu.

Cristo recibió del Padre, todo lo necesario para cumplir su misión. De manera parecida, nosotros recibimos de Cristo lo necesario para que sea posible nuestra misión.

El Padre envió a su Hijo como nuestro Redentor y Salvador y eso trajo como consecuencia al Hijo el sufrir la pasión. Nuestra vida de enviados, tampoco está exenta de sufrimiento, pero estamos dispuestos a sufrir por amor a nuestros hermanos y a nuestro Padre.

Así como el Padre habla por el Hijo, su Verbo, su Palabra, el Hijo habla por medio de los que somos enviados. El Hijo muestra, enseña el amor y la misericordia de Padre, y nosotros, el amor y la misericordia de Jesús, que son como las del Padre, de manera especial, cuando nos mostramos orantes y fraternas.

El Padre se hace presente en Cristo, y Cristo se hace presente en nosotros que somos enviados, “Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”, es decir, siempre.

Contamos con el Espíritu Santo que es el protagonista de la misión, por eso confiamos plenamente, porque no es tarea nuestra, es tarea de Dios, es tarea del Padre, del Hijo y del Espíritu, y si los dejamos, siempre nos acompañarán. Recordemos aquellas palabras: “No me habéis elegido vosotros a mí sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto” (Jn 15,16).

Estemos atentas y dejémonos transformar por el Espíritu para que cambie nuestra vida y nos de la valentía y la sabiduría de los primeros discípulos.

La misión que Jesús encomienda a los discípulos es un fuego interior, que quema, purifica, enardece y anima. El encuentro con Jesús nos llena de alegría. ¿Soy motivo de alegría para los demás?  ¿Y en mi comunidad?

Todo esto nos invita a tomar conciencia y preguntarnos:

¿A quiénes, dónde y para qué, somos enviados, hoy, aquí y ahora? ¿En este momento estoy haciendo lo que el Padre quiere?

Esa será nuestra tónica diaria, contando con el Señor.

COMUNIDAD DEL NOVICIADO

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