Nace de lo profundo de mi corazón compartir con todos ustedes esta bella experiencia de Dios que he vivido a lo largo de mi formación a la vida religiosa y me gustaría asemejarla a una planta que ha sido cuidada con inmenso amor por su creador.

Al ver mi historia, descubro que es Dios quien ha sembrado la semilla desde mi temprana edad, en el hogar de mis padres. Él mismo estuvo allí vigilante, aguardando hasta que de esa semilla empezó a salir un hermoso tallo: el de la fe, cuando ésta fe se hizo más fuerte sentí dentro de mi corazón un llamado profundo de ser para Dios e inicié una búsqueda; en ese momento, Dios puso en mi camino a la familia Agustiniana en quien vi la alegría de la Consagración y el servicio por medio del amor fraterno.

El Señor seguía cuidando de mí, de mi fragilidad, de su pequeña planta y me condujo con mucho cariño y cuidado a esta Congregación de Misioneras Agustinas Recoletas en donde empecé a ver mis primeras hojas y en donde el tallo se ha ido haciendo más fuerte.

Un día llegué a la etapa del noviciado el cual con gran agradecimiento estoy culminando y quiero compartirles que ésta ha sido una bella experiencia de encuentro con el Creador, de abrirle el corazón dejando que su amor vaya transformando mi caminar de crecimiento interior, de búsqueda, de adherirme a su voluntad, también de cerrar ciclos, dejar ataduras, echar nuevas hojas, en algunas ocasiones de temores y dudas, pero Dios no ha dejado de sorprender, su bondad se ha derramado en mi corazón de una manera inmensa.

También me gustaría resaltar que durante este tiempo, Dios ha puesto en mi vida árboles que me han dado ejemplo, los llamo robles, porque esas personas me han acogido y me han ayudado a orientarme hacia Dios. Son muchas las personas en las que Dios mismo ha estado actuando y hoy quiero agradecerle a Él por todos los que han caminado conmigo, de los que he aprendido tantas cosas hermosas, los que me han tendido una mano, los que oran por mi vocación ¡Dios los bendiga!

Pero este momento no es el final de mi caminar, al contrario, este momento lo interpreto como el inicio, como la oportunidad para descubrir cuánto he recibido, pero también para poner de mi parte y decirle a Dios: “aquí está tu sierva” quiero comprometerme con la causa de tu Reino, quiero seguir creciendo en tu Amor y  ser un árbol que dé buenos frutos, quiero seguirte en medio de mi fragilidad porque tu amor es más fuerte; aquí estoy diciéndote: ¡Señor ayúdame a caminar!

Y por último, les pido con todo mi corazón que no dejen de orar por mí, por esta familia religiosa MAR, no dejen de rogar para que nuestro corazón siempre este orientado hacia Dios, como nos lo dejo de herencia Nuestro Padre San Agustín.

¡GRACIAS!

Diana Gómez Saavedra

Misionera Agustina Recoleta

Tomado de: www.blognovimar.com