+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo Jn 15, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

La vid/viña es, en la tradición profética, la imagen por antonomasia para designar a Israel, en cuanto pueblo elegido y cuidado amorosamente por Dios (cf. Sal 80; Jr 2,21-22;Ez 19,10-12; etc). Con esta alegoría Jesús afirma que él es la verdadera vid; es decir, que el verdadero pueblo de Dios ya no es Israel sino la nueva comunidad que él funda en medio del mundo para expandirse. La existencia e identidad de tal comunidad como pueblo de Dios no depende de una institución, de un título o de una herencia, sino de la participación de la vida de Jesús. Así como el sarmiento no tiene vida propia ni puede dar fruto sin savia, el discípulo y la comunidad de Jesús, si no reciben su Espíritu y son vivificados por él, carecen de vida y están abocados a la esterilidad.

La perícopa tiene tres partes: la primera (vv1-2) habla de la actividad del padre; la segunda (vv 3-6) expone la condición para que la comunidad y el discípulo den fruto y tengan vida; la tercera (vv7-8) expresa la nueva relación con Dios, la nueva espiritualidad del discípulo y la comunidad. En el origen y al final de esta historia de la vida, en su raíz y en su consumación está Dios Padre, el labrador, que poda y arranca (vv1-2), y cuya máxima gloria consiste en que nosotros demos fruto abundante (v.8).

La alegoría tiene un profundo sentido eclesiológico o comunitario. Jesús no dice que él sea el tronco desnudo; dice que es la vid, incluyendo también los sarmientos y el fruto. Y el mensaje del relato se centra en la interrelación y comunicación vital entre el tronco y los sarmientos. Esta comunicación es expresada mediante el verbo “permanecer”, citado varias veces en estos versículos. Permanecer en Cristo es condición indispensable para dar fruto.

Este pasaje evangélico puede y debe leerse en clave personal y comunitaria. Hacerlo sólo en clave personal es desvirtuar el proyecto de Dios, que va más allá de nuestra propia respuesta y conversión. Hacerlo sólo en clave comunitaria tiene el peligro de pasar por alto la interpelación personal de la palabra de Jesús (Ulibarri, F).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Jn 15, 1-8: No dijo: “Sin mí podéis hacer poco”, sino: “Sin mí no pueden hacer nada”. Quien no está unido a Cristo no es cristiano.

(…) En efecto, los sarmientos están en la vid de forma que no son útiles a la vid, sino que de ahí reciben con qué vivan; de hecho, la vid está en los sarmientos de forma que les suministra el vital alimento, no de forma que lo tome de ellos. Y, por eso, una y otra cosa, tener a Cristo que permanece en ellos y permanecer en Cristo, aprovecha a los discípulos, no a Cristo, porque, cortado un sarmiento, otro puede retoñar de la raíz viva; en cambio, el que ha sido cortado no puede vivir sin la raíz.

(…) Una y otra vez considerad que añade y dice aún la Verdad: Yo soy, afirma, la Vid; vosotros, los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él, éste da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer. Para que nadie supusiera que por sí mismo puede el sarmiento dar algún fruto, pequeño al menos, tras haber dicho: «Éste da mucho fruto», no asevera: «Porque sin mí poco podéis hacer», sino: Nada podéis hacer. Sin ese, pues, sin el que nada puede hacerse, no puede hacerse ni poco ni mucho porque, aunque el sarmiento haya producido poco y, para que produzca más, lo limpia el agricultor, sin embargo, si no permaneciere en la vid y viviere de la raíz, por sí mismo no puede dar fruto de ningún tamaño (…). Comentarios al evangelio de San Juan 81

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Contemplar una vid. Y si no es posible, imaginarla con su tronco, sarmientos, fruto, savia…Leer el texto del evangelio mirándola, sintiéndonos parte de ella. Contemplarla y sentirla como símbolo de vida, fecundidad y prosperidad. Escuchar las palabras de Jesús: “Yo soy la vid verdadera; vosotros los sarmientos”.

Podar. Y si no es tiempo de podar, recordar, imaginar. Podar árboles, ejercitarme, practicar, ver qué es lo que siento. Podar con cariño y con un objetivo. Podar para dar energía y vida, para orientar, para crecer, para encauzar. Y, a la vez, tomar conciencia de nuestras podas, de las que hemos recibido o de las que necesitamos. Dejar a Dios ser labrador. No poner obstáculos a sus podas.

Respirar a Dios. La respiración cumple un papel importante en las prácticas de la oración, pues se identifica con la vida. Dios es soplo, aliento, aire…Si se toma conciencia adecuada de esto, podemos respirar a Dios. El aire es como el soplo de vida, como la savia que vivifica. Cuando aspiras, hazte consciente de que te invade el Espíritu de Dios. Llena tus pulmones de la energía divina, de la savia que trae consigo.

Tomar conciencia de cómo alimento mi cuerpo. No puedo estar sin comer mucho tiempo y menos beber. Puedo hacer una experiencia de ayuno para caer en la cuenta de ello, para sentirlo. Yo necesito la savia de Jesús, su Espíritu para vivir. Lo pido y me abro a él.

Orar en comunidad. Juntarse para orar comunitariamente, unos por otros, y elevando todos juntos nuestra oración al padre. Dejarnos tocar; impactar; remover y enriquecer por la savia/oración de los hermanos. Ofrecerles gratuitamente la nuestra.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Nos poda el padre, eso dices Tú. Poda a los que dan fruto, para que den más. Nos poda a los que bien nos quiere. Nos corta las alas de la soberbia y de la comodidad que nos impiden dar fruto y malgastan energía.

Nos podan los amigos, el grupo, la comunidad, a través de relaciones claras y fraternales; a través de la ayuda, la crítica y la exigencia. Nos podan cuando ponen en crisis nuestro estilo de vida y escala de valores; cuando nos hacen afrontar las incoherencias y zonas oscuras de nuestro ser (Ulibarri, F).

Oración

Dios omnipotente y eterno,
realiza plenamente en nosotros el misterio pascual,
para que, renacidos por el santo bautismo,
con tu ayuda demos fruto abundante
y alcancemos la alegría de la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.