III Años muy duros

Pero para nuestra buena madre Ángeles, llegaron días mucho más duros. Salieron de la misión, rumbo a Shanghai, madre Esperanza para curar sus oídos, y madre Carmela con el fin de ir a España a petición de su moribundo padre. Animadas para pedir ayuda para la misión, siguieron a Filipinas, y allí… Todo cambió. Las dos, rumbo a España, soñando con un noviciado. El padre Alegría fue el encargado de decírselo a la madre Ángeles. ¡Cuánto sufrimiento! Ahora sola y con todas las responsabilidades: con las dos hermanas de Filipinas, las religiosas y formandas chinas. Entonces, adiós ida a visitar enfermos, adiós a los presos, a los paseos con las pequeñas. Volvió urgente, la gramática china, que ahora parecía más fácil. Poco a poco, fue adaptándose a las jóvenes, muy diferentes a sus pequeñitas. Así pasaron 7 años, sin casi comunicación con el exterior.  Debido a la guerra chino-japonesa, en los dos últimos años no recibió ni una sola carta. Pronto, al padre Alegría lo trasladaron a Manila, y Monseñor Ochoa tuvo que establecerse en Shanghai, entonces fue mayor la soledad.

En la misión, había calma, pero sometidos a los japoneses. Los domingos y festivos se veía llena de fervorosos coreanos, japoneses, chinos y manchurianos.

En agosto de 1945 se extendió la noticia de la bomba atómica caída sobre Japón. Al poco tiempo las banderas japonesas cesaron de flotar al viento  y reapareció, tímida, la bandera china.  Algunos chinos saltaban de alegría, pero otros, estaban temerosos. ¿En qué manos caeremos ahora?  Se preguntaban.

Una noche, invadieron la ciudad miles de soldados. Estaba oscuro y trataban de curarse las heridas de los pies. Las misioneras, sin pensárselo dos veces, pusieron un quinqué en cada ventana alumbrando y ayudando así a los soldados (algo peligroso).  Esto lo tuvieron muy presente, agradecidos con las “vírgenes blancas”.

Había mucho movimiento. Las hermanas curaban a muchos soldados y a otros heridos, y aprovechaban para hablar de Jesús y del amor de nuestro padre Dios.

Un día, aparecieron las calles sin soldados,  mientras aviones comunistas lanzaban bombas sobre las ciudades. Cristianos y paganos, se reunían a rezar al Dios Grande. Durante esos días, la misión, se llenaría de niñas, ricas y pobres. Algunas se iban al cielo. Eran los finales del año 1947.

A la misión llegan grupos de familias, huyendo de los comunistas chinos. Hasta religiosas, dos de la Sagrada Familia, que habían tenido que salir huyendo, llegaron a la misión, sin saber la suerte que habían corrido sus hermanas.

Cansada y temerosa, pero con el corazón lleno de Dios, la madre Ángeles se siente feliz de ser misionera, entre tantos chinos que ante la acogida y el cariño desinteresado van buscando el bautismo y la salvación. En estos días, recibe varias cartas. Un consuelo.

Deseando que las religiosas chinas se prepararen para ayudar más a la gente, se va a Shanghai, el 11 de febrero, con dos jóvenes, Sor Magdalena y sor Agustina. Las demás sufren: ¿Volverá nuestra querida madre Ángeles? Las religiosas fueron acogidas por las hermanas Franciscanas de María para el estudio de enfermería, en una de sus escuelas.

El 11 de abril, debido a la situación, los padres le impiden regresar a la misión. Y escribe madre Ángeles: “El pensamiento de volver a España, perdiendo tal vez la misión querida, me destroza el alma y me hace derramar lágrimas amargas”…Y exclama: “¡Señor, ayúdame a identificarme con tu voluntad!”

Durante un tiempo estuvo en casa de Teresa y Juanito Wu. A partir del 25 de abril, se hospedó gracias a la madre María Marcos, en la casa-convento de las Hijas de Jesús. Conoció gente de la alta sociedad y muchos extranjeros, y  no perdió oportunidad para pedir ayuda para las niñas de su misión.

El 14 de junio, recibe carta de la madre general, Esperanza Ayerbe.  Le dice que si al padre Arturo Quintanilla, actual Vicario, no le parece oportuno su regreso a la misión, debe volver a España. Madre Ángeles expresa: “¡Cuánto cuesta, Señor!”

Su tristeza se esfuma cuando recibe cartas de sus chinas, y cuando recibió una carta de España en las que le comunican que varias hermanas españolas están listas para viajar a la misión en el mes de septiembre. ¡Qué alegría!

Pero la situación va empeorando, los comunistas rodean la misión. Los padres le aconsejan seriamente que aliste papeles de viaje, a España. Muchos misioneros han tenido que salir. Viajará con dos hermanas Terciarias Capuchinas y unos padres Jesuitas, a quienes fueron encomendadas.

El 13 de agosto se despide, de las Hijas de Jesús, de las Hermanitas de los Pobres, de las Franciscanas de María y de los padres Jesuitas. “La obediencia exige de mí, el sacrificio más grande de mi vida”, decía. El 15 de agosto A las 3:30 a.m., llegó Juanito Wu  para llevarlas al aeropuerto. Sor Magdalena y sor Agustina  le rogaban que volviera pronto, que nos las fuera a dejar solas. Abrazos y lágrimas de despedida. Solo Dios conoce el futuro y su deseo de volver algún día.

Llegan a Hong Kong. Tanto ahí como luego en Calcuta, se hospedan donde las Hermanitas de los Pobres. El 20 llegan a Roma, fin del viaje. Los padres Jesuitas dan por terminada su misión, dejándolas en la casa Procuración de los Agustinos Recoletos.

Continúa…

 

Este escrito es un resumen del lbro de la madre María Ángeles García, titulado «Una misionera agustina recoleta en China», hecho por la hermana Elsa Gómez. La foto con la familia Castaño es la primera vez que sale, fué enviada por Alejandro Archila Castaño.

 

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